Sigue la épica CFK de antiimperialismo ocultando a Néstor y Cristina en la Bolsa de Wall Street Leer ; a Cristina en el Consejo de las Américas ofreciendo el país a Monsanto; el acuerdo secreto con Chevron rechazando la demanda de Ecuador; la imposición a Argentina de ser pagadora serial de la estafa oficializada como deuda externa pública; el veto a la ley de glaciares para Barrick Gold; etc. También encubre a Unasur concretando IIRSA y la Minustah, legitimando las falsas democracias de Honduras y Paraguay.
Un balotaje crucial
para América Latina
29 de octubre de 2015
Por Atilio A. Boron (Rebelión)
(..)Habría otras cuestiones por señalar, como el
faltazo ante el debate con los otros candidatos presidenciales, que lo
disminuyó aún más antes los ojos de la opinión pública y el oportunista anuncio,
hecho sobre la hora, de duplicar el piso salarial para el impuesto a las
ganancias, algo que el gobierno nacional tendría que haber hecho hace mucho. En
todo caso, parecería que ciertos cambios habidos en la estructura social
argentina y en el clima cultural imperante en el país, fuertemente semantizados
por el terrorismo mediático lanzado por la derecha; cambios producidos
precisamente por las políticas de inclusión social del gobierno de CF, no
operaron en la dirección de otorgarle mayor sustentabilidad al proyecto sino
todo lo contrario, en línea con tendencias ya observadas en países como Brasil,
Bolivia, Ecuador y Venezuela y que es incomprensible que hubieran sido pasadas
por alto en la
Argentina. No necesariamente los sectores populares que mejoran
su situación socioeconómica y cultural gracias a la acción de los gobiernos
progresistas y de izquierda luego lo recompensan con su voto, y en la Argentina
del pasado domingo esto fue muy elocuente. Hace tiempo que hemos venido
advirtiendo que, ante la ausencia de una sistemática labor concientizadora y de
formación ideológica –la célebre “batalla de ideas” de Fidel- el boom de consumo no crea hegemonía política
sino que termina engrosando las filas de los partidos de la derecha.
Dado lo anterior, revertir lo ocurrido en la
primera vuelta electoral aparece como una empresa muy difícil aunque no
imposible. Habrá que intentarlo, para evitar que la Argentina sea la punta de
lanza de un proceso que, ahora sí, podría ser el inicio del “fin de ciclo”
progresista en la región, algo que hasta hace unos pocos días parecía poco
probable. De hecho, si el candidato del kirchnerismo es derrotado en el
balotaje sería la primera vez que un gobierno progresista o de izquierda es
vencido en las urnas desde el triunfo inaugural de Hugo Chávez en diciembre de
1998. Hasta ahora, todos esos gobiernos fueron ratificados en las urnas y sería
lamentable que la Argentina rompiera con esa positiva tendencia. Tenemos una
responsabilidad regional de la cual no podemos sustraernos: una victoria de
Macri sería un golpe mortal para la UNASUR, la CELAC y el mismo Mercosur.
Además, la Argentina se realinearía incondicionalmente con el imperio y este
redoblaría su ofensiva en contra de los gobiernos bolivarianos, cada vez más
privados de apoyos externos. Como latinoamericano y marxista no puedo ser
indiferente ante la amenaza que representa un eventual gobierno de Macri que se
uniría de inmediato a Álvaro Uribe, José M. Aznar y sus mentores
norteamericanos en su pertinaz cruzada para erradicar de la faz de la tierra al
chavismo, a los gobiernos de Evo y Correa y para propiciar el “cambio de
régimen” en Cuba. Es decir, para liquidar definitivamente todo rastro de
antiimperialismo en América Latina. Nadie situado genuinamente en la izquierda política
podría contemplar distraídamente esta posibilidad ni dejar de hacerse cargo de
enfrentarla con todas sus fuerzas. Desgraciadamente, llegados a este punto, no
tenemos mejores opciones que la de apoyar al FPV para aventar el riesgo de un
mal mayor, sabiendo empero que si lográsemos triunfar en este empeño tendríamos
que darnos de inmediato a la tarea de construir una verdadera alternativa
política de izquierda porque el kirchnerismo, con sus aciertos, sus errores y
sus limitaciones ideológicas, no lo es y no puede serlo.
¿Podrá Scioli doblegar a su contrincante en el
balotaje? Dependerá de cómo diseñe su estrategia de campaña para estas semanas.
Los dos debates con Macri pueden ser la llave del triunfo, si es capaz de pasar
a la ofensiva y demostrar que tras la vaguedad discursiva de su oponente se
esconde un brutal programa de ajuste. Pero no le bastará con eso. Tendrá
también que dejar de circunscribir su discurso a la defensa de la obra del
kirchnerismo (algo para lo cual la presidenta Cristina
Fernández no necesita ayuda porque lo hace infinitamente
mejor que él), definir nuevas prioridades y salir con propuestas concretas en
materia económica, social, cultural e internacional que le permitan persuadir a
la opinión pública que podrá ser el presidente que comience a hacer todo
aquello que el kirchnerismo, en otros momentos, reconocía que aún restaba por
hacer y no hizo. Y que lo diga con convicción, sin pedirle permiso a nadie ni
esperar la palmadita afectuosa de la Casa Rosada. Es una tarea difícil pero no
imposible. Enfrente suyo no tiene a un De Gaulle o un Churchill sino a un
insulso producto de un astuto marketing político, apoyado por el aparato
publicitario de la derecha imperial. Difícil, repito, pero lejos de ser
imposible. Ojalá que le vaya bien porque, aunque algunos se empeñen en negarlo,
en este balotaje también se juega el futuro de los procesos emancipatorios y de
las luchas antiimperialistas en América Latina.
Fuente:
http://www.rebelion.org/noticia.php?id=205048
Lo más destacable es que Atilio A. Borón ningunea e invisibiliza que fue la rebeldía popular contra el neoliberalismo que impuso los gobiernos progresistas y estos la institucionalizaron para bloquearla en su potencial anticapitalista y antiimperialista. Habla de errores y límites K sin reconocer que los gobiernos progresistas restauraron la seguridad jurídica de la acumulación gran capitalista de riquezas y poder. Tampoco reconoce:
TRAMA POLÍTICA Y POTENCIA SOCIAL
Balance y
perspectivas del gobierno “progresista”
14 de enero de 2014
Por Raúl Prada Alcoreza
¿Se puede abordar el tema distinguiendo clasificatoriamente lo
positivo y negativo? ¿Así como se aborda la metodología conocida del FODA,
diferenciando fortalezas, debilidades y potencialidades? El balance político no
es necesariamente de planificación institucional; aunque ésta tenga que ver, de
alguna manera, en algún lugar, con el balance político. Tampoco, mucho menos,
con la disquisición de lo positivo y negativo de un gobierno.
(…) Leer
Como CFK dicta cátedra y ataca a las izquierdas. ¿También compartirá su identidad capitalista?
El voto en blanco es
un voto por el imperialismo
10 de noviembre de 2015
Por Atilio A. Boron (Rebelión)
Quisiera decir algunas pocas palabras en torno al debate suscitado
acerca de la conducta que la izquierda debe seguir ante el balotaje del 22-N.
Los sectores identificados con las distintas variantes del trotskismo y algunos
independientes se han manifestado de forma rotunda a favor del voto en blanco.
Otros, que militamos en el amplio y heterogéneo campo de la izquierda, pensamos
que en esta coyuntura concreta -alejada del terreno más confortable e indoloro
de los discursos y los papers académicos- el voto por Scioli es,
desafortunadamente, el único instrumento con que contamos para impedir un
resultado que sería catastrófico para nuestro país, para las perspectivas de la
izquierda en la Argentina y para la continuidad de las luchas antiimperialistas
en América Latina. Sería bueno que hubiese otro instrumento político para
detener a Macri, pero no lo hay. El voto en blanco ciertamente no lo es.
Quienes
postulan el “votoblanquismo” señalan que en el balotaje del 22-N se enfrentan
dos candidatos de la burguesía que se mueven en la cancha de la derecha, como
correctamente señala Eduardo Grüner en su respuesta a la intervención de Mabel
Thwaites Rey que disparara este debate. Es cierto, pero eso no quita que aún
así esa caracterización general sea de nula utilidad a la hora de hacer
política. Porque, ¿no eran acaso políticos burgueses Raúl Alfonsín, Ítalo Luder
y Herminio Iglesias? ¿Cómo ignorar las diferencias que existían entre ellos?
Tomemos un ejemplo. En un caso, juicio y castigo a las Juntas Militares, con
todas sus idas y venidas, y con las contradicciones propias de la política
pequeño burguesa del partido Radical; en el otro, autoamnistía de los militares
genocidas ratificada por ley del Congreso y desenfreno macarthista a cargo de
Herminio y sus patotas, continuando con la siniestra obra de En la coyuntura actual el indiscriminado repudio al binomio Macri-Scioli adolece de la misma falta de perspectiva histórica y de rigor analítico. Son, sin duda, dos políticos que juegan en la cancha del capitalismo. Uno, Macri, es un conservador duro y radical; el otro, Scioli, se inscribe en una tradición de conservadorismo popular de viejo arraigo en
De lo anterior se desprende que la consigna del voto en blanco es una forma de eludir las responsabilidades políticas de la izquierda en la hora actual. Cualquiera de los proponentes de esta opción sabe muy bien que con Macri lo que se viene es una política de ajuste y de violenta represión del movimiento popular (los incidentes del Borda o el violento desalojo del Parque Indoamericano son botones de muestra de ello), mientras que Scioli muy probablemente seguirá con la política kirchnerista de no reprimir la protesta social. Y no me parece que para cualquier militante de izquierda esta sea una diferencia insignificante. Por otra parte, podría entenderse la razonabilidad de la consigna “votoblanquista” si, como ocurría con los radicales de finales del siglo diecinueve, cuando se rebelaban contra el fraude y proponían la abstención revolucionaria no votaban pero se alzaban en armas y seguían una estrategia insurreccional, como ocurriera en 1890, 1893 y 1905. O como hicieran los peronistas durante los años en que su partido fue proscripto, que propiciaban el voto en blanco pero en el marco de una estrategia que contemplaba múltiples formas de acción directa, desde sabotajes hasta atentados de diverso tipo. Los “votoblanquistas” de hoy, en cambio, no proponen otra cosa que el burgués repliegue hacia su intimidad y dejar que el resto de la ciudadanía resuelva el dilema político que nos hereda doce años de kirchnerismo. La consigna del voto en blanco es estéril, porque no va acompañada por alguna acción de masas de repudio a la trampa de Macri-Scioli: no hay convocatoria a ocupar fábricas, a cortar rutas, invadir campos, organizar acampes, bloquear puertos o algo por el estilo. Esto es política burguesa en toda su expresión: no me gusta, no me convence, no elijo nada, me retiro y luego veré que hacer. Me retiro del juego institucional y tampoco tengo una estrategia insurreccional de masas: es decir, nada de nada.
¿Será posible construir una opción de izquierda a partir de esa actitud? ¡No, de ninguna manera! Entre otras cosas porque habría que discutir las razones por las cuales luego de más de treinta años de democracia burguesa las izquierdas no hemos todavía sido capaces de construir una sólida alternativa electoral. ¿Cómo es posible que aún hoy estemos penando para superar el 2 o el 3 % de la votación nacional? ¿Por qué el Frente Amplio pudo llegar a la presidencia en el Uruguay, igual que el PT en Brasil, el MAS en Bolivia, el FMLN en El Salvador, mientras que en la Argentina nos debatimos todavía en la lucha para superar un dígito? Aquí no hubo un Plan Jakarta, como el que en Indonesia exterminó en pocos meses a más de medio millón de comunistas; ni un baño de sangre -hablamos siempre desde la reinstauración de la democracia burguesa en 1983, no antes- o una feroz persecución a la izquierda como la que todavía hoy martiriza a Colombia. Es cierto que el peronismo, en todas sus variantes, incluido el kirchnerismo, siempre trató de impedir el crecimiento de la izquierda, o en el mejor de los casos, acotarlo dentro de límites muy precisos. Pero no hubo en la Argentina posterior a 1983 nada similar a lo de Indonesia o Colombia. Y sin embargo, producto de nuestro sectarismo, nuestro ingenuo hegemonismo, de estériles personalismos y falta de unidad no tenemos gravitación en las grandes coyunturas en las que se define el destino de
Una última reflexión, que no puedo acallar: estoy asombrado al comprobar como lúcidos pensadores del marxismo “votoblanquista” elaboran sesudos argumentos sin jamás haber pronunciado la palabra “imperialismo”. Se habla de una elección crucial no sólo para la Argentina sino para toda América Latina y la palabrita no aparece. Tampoco se habla de Raúl, de Fidel, de Chávez, de Maduro, de Evo, de Correa, de Sánchez Cerén, de Daniel Ortega. No se habla de las ochenta bases militares que Estados Unidos tiene en la región o de la ofensiva restauradora lanzada por Washington para retrotraer la situación sociopolítica de América Latina al punto que se encontraba el 31 de Diciembre de 1958, en vísperas de
La existencia de una izquierda indiferente ante la presencia del imperialismo en la vida de nuestros pueblos es uno de los rasgos más asombrosos y deprimentes de la escena nacional. Esa izquierda debería tomar nota de lo que dice el ex presidente brasileño para caer en la cuenta del significado que tendría el triunfo de Macri el 22-N, mismo que trasciende con creces los límites de la política nacional. La propuesta del “votoblanquismo” revela una perniciosa mezcla de dogmatismo y de provincialismo que explica, al menos en parte, la crónica irrelevancia de
Fuente: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=205519
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