Qué
entendemos por energía extrema
28
de septiembre de 2016
Por Tatiana Roa Avendaño (Censat
Agua Viva – Amigos de la
Tierra Colombia ) y Hernán
Scandizzo (OPSur)
Aún están frescas las imágenes del
incendio de la
plataforma Deepwater Horizon , cuando perforaba el pozo
Macondo en el Golfo de México, en abril de 2010. La explosión e incendio dejó
once trabajadores muertos y, después de más de tres meses de intensas labores, la petrolera BP logró
controlar la
situación. Para entonces habían sido vertidos al mar Caribe
más de 700 millones de litros de crudo y otros varios millones más de litros de
agua de formación. La magnitud del desastre expresa los riesgos que conllevará
la ampliación de la frontera extractiva y tecnológica, y es lo que analistas
como Michael t. Klare han denominado energía extrema.
Este concepto de energía extrema se refiere no sólo a las
características de los hidrocarburos, sino también a un contexto en el que la
explotación de gas, crudo y carbón entraña cada vez mayores riesgos geológicos,
ambientales, laborales y sociales; además de una alta accidentalidad comparada
con las explotaciones tradicionales. La era de los hidrocarburos fáciles de
extraer está llegando a su fin, si no lo ha hecho ya. Los objetivos de empresas
y gobiernos para sostener la matriz fósil son las formaciones sedimentarias
compactas, los crudos pesados y extra-pesados, las arenas bituminosas e incluso
desarrollos biotecnológicos para aplicar en procesos de recuperación mejorada
de hidrocarburos en pozos agotados.
En el mismo combo aparecen los
yacimientos en el mar, cada vez más alejados de la costa, en aguas más y más
profundas, que son extraídos, en algunos casos, luego de atravesar gruesas
capas de sal. También estos yacimientos están conociendo las
delicias de la
fracturación hidráulica, para revertir la caída de la producción.
Y el carbón alojado en las profundidades de la tierra, inaccesible para la
minería convencional, desp
erta el interés de gobiernos y
empresas, del mismo modo que el gas allí contenido. Miles y miles de toneladas de carbono
que serían lanzadas a la atmósfera si esos hidrocarburos son extraídos e
inyectados al mercado energético y la industria petroquímica para extender la
decadencia de la civilización fósil.
Otra característica de este modelo de extracción extrema es que en
muchos casos se trata de gas, crudo y carbón a los que se accede ampliando la
frontera extractiva sobre tierras campesinas y de pequeños productores, aguas
de pescadores artesanales y territorios indígenas y afrodescendientes. Una expansión acompañada de
conculcación de derechos, que da lugar a desplazamientos de población,
desaparición de saberes y culturas, así como también la muerte de economías
locales y regionales. Es decir, constituye una amenaza contra la soberanía
alimentaria y territorial de los pueblos. Una violencia simbólica y material
que es intrínseca a la energía extrema, y que significa además una
profundización de la violencia sobre los cuerpos y la Naturaleza no humana. No
sólo por la irrupción en ecosistemas frágiles y por profundizar la degradación
de los ya impactados, sino también por el empecinamiento de seguir apostando a
la matriz energética responsable de la crisis climática y el calentamiento
global.
Esta ampliación de frontera hacia
escenarios extremos implica además condiciones laborales de mayor riesgo. Quienes trabajan en esos proyectos no
sólo están expuestos a condiciones meteorológicas rigurosas -como sucede en las
operaciones en el Ártico o en alta mar- sino también a la toxicidad de los
insumos químicos utilizados, por ejemplo, durante fracturación hidráulica, o a
los desarrollos biotecnológicos diseñados para incrementar los niveles de
extracción y los procesos de transformación de hidrocarburos pero también a
riesgos más altos de accidentes laborales por ejemplo por explosiones.
Por otra parte, el gas y el crudo
alojados en yacimientos profundos y/o compactos, o ubicados en lugares remotos,
demandan más infraestructura y despliegue logístico, tanto para llevarlos hasta
la boca del pozo como para inyectarlos al mercado. Esto se traduce en la
perforación de cientos y miles de pozos, el tendido de ductos, la instalación
de compresores, tanques, etc.; en síntesis, una mayor ocupación territorial e
industrialización de áreas rurales y del paisaje en general, y la expulsión de
las poblaciones que no son funcionales al nuevo uso del espacio.
A ello se suma que cada barril obtenido de estas explotaciones
requirió un mayor consumo de energía, es decir, su rendimiento es menor.
Además, demandó mayores recursos financieros que las explotaciones
convencionales, que en muchos llegan a la compañía en forma de subsidios
estatales, ventajas impositivas y precios sostén, que son transferidos desde
los bolsillos de la población.
Baja del precio del crudo y
continuidad de los proyectos extremos
La caída sostenida del precio de crudo
muy por debajo de los 100 dólares no se ha traducido en un automático golpe de
timón de los gobiernos de la región en sus políticas petroleras, ni ha
significado la inmediata inviabilidad de los proyectos de energía extrema en
América Latina. Sin duda hay una desaceleración, pero en la medida en que no
exista la decisión política y el nivel de movilización para avanzar en la
desfosilización de la matriz energética y del modelo productivo (los
hidrocarburos como insumo no energético), estos proyectos representan la nueva
frontera ante el agotamiento global de los grandes yacimientos convencionales.
Para seguir en carrera las empresas apuestan a reducir la cadena
de costos, es decir, despedir o promover el retiro voluntario personal, bajar salarios, eliminar
conquistas laborales -beneficios no financieros: descansos, calidad de la
alimentación, etc.), eliminar intermediarios, desarrollar y aplicar
innovaciones tecnológicas, entre otras variables. También desde el sector
corporativo presionan para que los favorezcan con ‘políticas de incentivo’ como
subsidios, ventajas impositivas, y precios internos superiores a la cotización
internacional. De esta manera se transfieren los costos financieros -además de
los sociales y ambientales- a los usuarios, que pagan la energía y combustible
más caros, como ocurre en Argentina. Por otra parte hay que tomar en cuenta que
países como Ecuador y Venezuela han tomado préstamos de China respaldados con
su crudo, lo que también define la marcha sostenida tanto sobre la Amazonía
como sobre la Faja del Orinoco. En el caso de la República Bolivariana
de Venezuela, son más de U$D 46.000 millones en créditos.
Las fronteras extremas de América
Latina
Si bien desde principios de la década y
hasta entrado 2014 la mayoría de los países de la región, con más o menos
intensidad y convicción, tenían a los hidrocarburos de lutitas y al fracking en
sus agendas, esto no se ha plasmado en grandes avances en territorio. A nivel
regional el fenómeno del shale sólo ha tenido impacto masivo, o relativamente
masivo, en Argentina con Vaca Muerta, mientras que en México, el otro país
estrella, ha sido menor, y en Colombia hay un firme interés de las
autoridades en avanzar en esa dirección. Sin embargo, tampoco significa que
haya desaparecido el interés por las formaciones compactas, el desarrollo de
campos de tight sands ha cobrado impulso tanto en Argentina, como en México y
el extremo sur de Chile. Los costos de producción en arenas compactas son
considerablemente menores que los del shale, lo que las vuelve particularmente
atractivas para las empresas.
Por otra parte, una frontera que no
cesa de ampliarse en la región es la off shore. Brasil desde el descubrimiento
del presal, hace una década, apuesta fuertemente a su explotación, incluso las
autoridades no le han dado mayor importancia a los bloques con potencial en
crudo y gas de lutitas. Éstos tampoco despertaron el interés de las empresas en
las últimas rondas de concesiones petroleras. La impetuosa convicción de
avanzar hacia el mar emerge también en el conflicto que se suscitó en 2015, cuando
el gobierno federal intentó flexibilizar los sistemas de licenciamiento
ambiental para las explotaciones costa afuera, una reforma que fue resistida
por los trabajadores de las agencias de control ambiental. Hay que tener en
cuenta que en el caso del presal los hidrocarburos se alojan a una profundidad
cercana a los 7.000
metros ; allí se concentraría el 90 % de las reservas
petrolíferas probadas y el 77 % de las gasíferas.
Por otra parte la francesa Total comenzó este año la perforación un
pozo en la plataforma marítima uruguaya, a 200 kilómetros de la costa. Atravesará
3.400 metros
de “columna de agua” y otros 3.000 bajo el lecho oceánico en busca de
hidrocarburos. Un proyecto extremo que marca un hito en la región, en un país
que carece de antecedentes de explotación de hidrocarburos. También Colombia
avanza sobre yacimientos en aguas profundas del Mar Caribe, al igual que
Nicaragua y Honduras. Chile, por su parte, a raíz de perforaciones exitosas
realizadas por la estatal
ENAP , apunta a consolidar sus desarrollos offshore en el
Estrecho de Magallanes, al igual que ampliar las explotaciones de bloques de
tight gas en la isla de Tierra del Fuego.
En tanto los crudos pesados y extra pesados son centrales en
países de la región como Venezuela, con la Faja del Orinoco, y Colombia, en la
región de los llanos. Por otra parte, más allá de las características de los
hidrocarburos y de las formaciones que los contienen, tanto la Amazonía como el
Chaco Sudamericano constituyen la nueva frontera por excelencia para Bolivia,
Colombia, Ecuador, Paraguay y Perú, avances que se concretan, en muchos casos,
sobre territorios de pueblos indígenas, comunidades campesinas y áreas
naturales protegidas.
Detrás de los discursos de salvación o abundancia con que son
promocionados los diferentes proyectos de energía extrema en nuestros países,
están las otras realidades arriba mencionadas. Con estas líneas damos apertura
a una serie de artículos sobre el carácter extremo no sólo de los proyectos
energéticos sino también de las infraestructuras y finanzas que demanda la
reproducción del capitalismo globalizado.
Este artículo es parte del proyecto Aportes
para la crítica y acción contra las energías extremas en América Latina,
de OPSur-Oilwatch Latinoamérica, y
cuenta con el apoyo de Global
Greengrants Fund.
Artículos relacionados
Fuente:
http://www.opsur.org.ar/blog/2016/09/28/que-entendemos-por-energia-extrema/
No hay comentarios:
Publicar un comentario