La nueva dependencia y el tuit presidencial
7 de febrero de 2015
7 de febrero de 2015
Por Maristella Svampa (*)
El viaje de negocios a China por parte
de una comitiva gubernamental y el desafortunado tuit de la Presidenta para con
sus anfitriones me llevaron a recordar un concepto maldito, el de
“dependencia”, y otro más a la moda, que remite a la “dramaturgia de la
resistencia y la dominación”.
Elaborado a mediados de los años 60 en
América Latina, el concepto de dependencia implicaba el reconocimiento de
relaciones de dominación entre países centrales y periféricos, y en el interior
de éstos, entre clases sociales. La idea de dependencia surgía de un
diagnóstico asociado a las nuevas formas de penetración del capital
internacional concentrado en las economías de la periferia, situación que ponía
fin a las experiencias populistas-desarrollistas y conllevaba un
reposicionamiento de la burguesía local en su vinculación con los capitales
monopólicos. Como afirmaba el brasileño Theotonio dos Santos, la dominación
externa “es impracticable” si no hay articulación entre intereses dominantes de
los centros hegemónicos y los intereses dominantes en las sociedades
dependientes. En ese contexto, las llamadas “burguesías nacionales” pasaron a
ser más acotadamente “burguesías locales”.
La teoría de la dependencia tuvo un
impacto enorme, pero también fue víctima de su propio éxito, ya que su
vertiginosa divulgación generó numerosos malentendidos, apropiaciones
caricaturescas y feroces críticas, provenientes de todo el espectro
político-ideológico. Pero en realidad, sus hipótesis siguen en pie, aun si allí
donde se equivocaron los dependentistas es en creer que sólo había dos
opciones, la alternativa del estancamiento económico o la salida
revolucionaria, sin prever que las dictaduras militares que irían imponiéndose
en los 70 en el Cono Sur harían las alianzas necesarias –con la burguesía local
y el capital internacional– para articular represión y autoritarismo con
crecimiento económico, como bien analizaría el gran sociólogo Guillermo
O’Donnell.
Dejemos la historia de la teoría aquí y
volvamos al inquietante escenario que hoy configura la nueva relación con
China, país del cual ya se habla como futuro nuevo Hegemón. Lejos de la
autodefinición de “país en desarrollo”, China constituye hoy una gran potencia
económica, con un ascenso vertiginoso y una diversificada presencia a nivel
global. Según el Consejo Nacional de Inteligencia de los Estados Unidos, para
el año 2030 Asia habrá superado a América del Norte y a Europa combinadas en
términos de poder global, basada en PIB, población, gasto militar e inversión
tecnológica. En este marco, China tiene una presencia cada vez mayor en América
Latina, tal como lo muestra la intensificación de los intercambios comerciales:
hoy China es el principal destino de las exportaciones de productos primarios
de muchos países de América Latina y, asimismo, China es la principal fuente de
importación de productos manufacturados para toda la región. Para Argentina
la balanza comercial ya es deficitaria, en un intercambio que con los años se
torna cada vez más desigual…
También la presencia de los capitales
chinos en la región es cada vez mayor. Por ejemplo, en Argentina están
presentes en el sector de hidrocarburos (recordemos la adquisición del 50% del
grupo Bridas por parte de la China National Offshore Oil Company, pero también
el caso de Sinopec, la petrolera estatal china (que se asoció a YPF en Vaca
Muerta); la compra de Nidera les aseguró el control de las semillas y su
desembarco en el negocio de los transgénicos; cuenta con inversiones en minería
y pronto en la construcción de represas, además del ingente negocio de los
ferrocarriles y otros importantes rubros, a lo que se suman los préstamos tan
promocionados por el Gobierno. Como sostienen muchos especialistas, más allá de
la celebración oficialista, este tipo de inversiones no tiende a desarrollar
capacidades locales ni actividades intensivas en conocimiento o encadenamientos
productivos. Por el contrario, la localización de las empresas chinas tiende a
potenciar las actividades extractivas en detrimento de aquellas con mayor valor
agregado, lo cual genera un efecto reprimarizador de las economías de América
Latina y nos coloca a las puertas de una “nueva dependencia”.
Esta nueva dependencia puede asumir
formas vernáculas entre inquietantes y brutales. Van tres botones de muestra.
Primero, una estación espacial está construyéndose en la provincia de Neuquén
con trabajadores chinos, cuyo convenio –por cincuenta años– fue aprobado por el
Senado en diciembre último e implica una cesión de soberanía. Se trata de un
enclave extranjero, donde el Estado argentino no puede entrar, ni ver ni
controlar. Segundo, hace unas semanas, ante la crisis hídrica de la zona, la
empresa minera MCC, de origen chino, que explota el yacimiento de Sierra Grande
chantajeó literalmente al gobierno rionegrino con la suspensión del 75% de los
450 trabajadores para obtener el caudal de agua que requieren para la
explotación y el transporte de hierro (la empresa consume el 23% del agua
disponible). Tercero, las nuevas formaciones ferroviarias chinas no llegan de
la mano de la reactivación de los talleres ferroviarios, como se esperaba. Todo
lo contrario: los trabajadores de Emfer (una empresa ubicada en la localidad de
San Martín, antes propiedad del Grupo Cirigliano, que vendió al monopolio chino
CSR, proveedor de los vagones comprados por el Gobierno) aparecen claramente
amenazados.
Parecería ser que China viene no sólo con
capitales y préstamos, sino también con trabajadores propios y más reglas de intercambio
desigual. En consecuencia, lejos de una relación de cooperación Sur-Sur,
estamos asistiendo a la consolidación de nuevas y vertiginosas relaciones
asimétricas entre Argentina y China, que marcarían un pasaje del Consenso de
las Commodities (exportación de productos primarios a gran escala) a lo que
ahora el economista Ariel Slipak propone denominar como “Consenso de Beijing”
(China como polo hegemónico).
Cierro entonces con la referencia al “jocoso” tuit presidencial que reemplazaba las erres por las eles. Es sin duda un tuit infantil, pero desde mi punto de vista revela algo más que la confusión de lo público con lo privado, a la cual nos tiene ya acostumbradosla Presidenta. Hay un
libro muy famoso de James Scott sobre los discursos ocultos de Los dominados y
el arte de la resistencia, que fue muy utilizado en nuestro país para analizar
los actos mínimos de resistencia en los años 90 en el mundo del trabajo, en
pleno neoliberalismo. Scott sostiene que cuando la asimetría es absoluta, los
dominados despliegan mecanismos discursivos hechos de dobles sentidos, bromas,
ironías, chistes, pequeñas fugas permitidas que revelan actos de resistencia, y
que sirven, al menos, para poder sostener la dignidad y la identidad. Así , la
Presidenta podrá hacer todas las bromas de mal gusto que quiera por Twitter,
pero en realidad, este último mensaje burlón puede ser interpretado como la
escenificación de la impotencia frente al gran acto de entrega del futuro del
país; más aun, como un pequeño gesto de infrapolítica frente a la gran
desigualdad en las negociaciones asimétricas con el nuevo polo hegemónico.
¿Será entonces que, en el contexto de la nueva dependencia, el kirchnerismo
acaba de inaugurar una nueva dramaturgia de la resistencia y la dominación,
lejos ya de la épica emancipatoria que buscó instalar a lo largo de estos años?
Cierro entonces con la referencia al “jocoso” tuit presidencial que reemplazaba las erres por las eles. Es sin duda un tuit infantil, pero desde mi punto de vista revela algo más que la confusión de lo público con lo privado, a la cual nos tiene ya acostumbrados
*Socióloga y escritora.
--
UAC Unión de Asambleas Ciudadanas Contra el Saqueo y la Contaminación
www.asambleasciudadanas.org.ar
facebook.com/unionasambleasciudadanas
http://twitter.com/prensauac
(pdf cuadernillo uac:) --> http://go4.es/0aJa
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China y las crecientes relaciones
económicas con la Argentina
17 de enero de 2015
Por Julio
C. Gambina (Rebelión)
Existen expectativas gubernamentales por el
próximo viaje a China, en febrero, de la Presidente Cristina
Fernández. Esas expectativas se centran: a) en el creciente
comercio entre ambos países, deficitario para la Argentina desde el 2008; b) en
el papel de China como inversor externo en tierras, infraestructura y sectores
claves de la producción; c) pero muy especialmente en su carácter de nuevo
financista del país, cuando la Argentina tiene restringido el ingreso al sistema
mundial de préstamos por el default parcial asociado a la disputa con la
justicia de EEUU y los fondos buitres.
El comercio
Respecto del comercio, se pretende que China
demande más producción local y así disminuir el déficit comercial que se acumula
y crece con los años. Según las estadísticas del Ministerio de Economía, http://www.mecon.gov.ar/,
desde 1990 las relaciones comerciales con China tuvieron una tendencia
desfavorable; y se reconoce un superávit para Argentina a la salida de la
convertibilidad y hasta el 2006, principalmente sostenida en la exportación de
poroto de soja y aceite de petróleo.
Esa relación se equilibra hacia 2007 y vuelve
el desequilibrio que se acumula de forma creciente año tras año. Las mayores
ventas de China hacia la Argentina, especialmente de máquinas, equipos, motos,
contrastan con las exportaciones argentinas de productos primarios,
especialmente la soja y el petróleo.
El resultado es desde el 2008 un gran crecimiento
del déficit [1] ,
que se sostiene hasta el presente y explica la importancia dada por la
presencia del Jefe de Gobierno chino en su visita a la Argentina y la región
durante el 2014 y que ahora retribuye la primera mandataria de la Argentina.
Las inversiones
En materia de inversiones, se destaca el
interés de China por las tierras de Argentina y la región, tanto como por la
inversión en infraestructura para favorecer el acceso de China a la producción
primaria del país.
Son conocidas las inversiones chinas en
grandes obras energéticas y su participación directa en la explotación
petrolera, asociando a la principal petrolera China, la China National Offshore
Oil Company (CNOOC) a Bridas (familia Bulgheroni) y constituirse desde Pan
American Energy, PAE, en la segunda petrolera en la Argentina, detrás de YPF.
El interés es avanzar en inversiones en hidrocarburos no convencionales, que se
ofrecen como una de las posibilidades de inversiones externas en la Argentina.
China disputa a su modo las fuentes de energía
en el mundo, siendo la Argentina un destino de interés por presentarse como
segundo reservorio mundial de gas no convencional (shale gas) y cuarto de
petróleo no convencional (shale oil). Ello supone la tecnología de la fractura
hidráulica, cuestionada por poblaciones y movimientos populares que demandan
contra la contaminación y por la soberanía energética.
Deuda
Sin embargo, la gran novedad es el papel de
China como nuevo prestamista de la Argentina.
En octubre de 2014, la Argentina optó por el
primer tramo de un acuerdo swap por 11.000 millones de dólares en moneda china.
La operación se repitió todos los meses siguientes.
Así, fueron 814 millones en octubre; 500
millones en noviembre; 1.000 millones en diciembre, y ahora 400 millones en
enero del 2015. Suman 2.714 millones de dólares de un monto total de 11.000
millones de dólares disponibles.
Son recursos que incrementan la deuda pública
y al mismo tiempo permiten aumentar las reservas, un dato que en el país es
asumido como solvencia del orden económico. Este préstamo permitió cerrar el
año con leve incremento de reservas internacionales respecto del cierre del
2013, en torno a los 31.130 millones de dólares, cuando la referencia del año
2014 hasta septiembre remitía a la perdida de reservas y por ende expresaba una
debilidad estructural de la capacidad de financiar importaciones y
cancelaciones de deuda pública.
¿Cuál es el significado de esta relación?
El orden capitalista mundial está en mutación
y China asume crecientemente el papel de la fábrica del mundo, consolidando un
modelo productivo sustentado en la explotación de la fuerza de trabajo y el
saqueo de los recursos de la naturaleza.
El capital transnacional concentra sus
inversiones en China y la fuerza de trabajo del mundo crece especialmente en
este gigante asiático. Producto de esas inversiones es que el capital desde
China se expande hacia otras fronteras extendiendo la relación social de
explotación. Además, China solo tiene el 7% de la tierra cultivable del mundo y
demanda por ende de recursos naturales fuera de su territorio.
El régimen del capital se extendió hacia China
desde las modernizaciones de fines de los años setenta impulsadas por Deng Xiao
Ping, y una vez consolidado en ese territorio el orden capitalista se expande
en un nuevo ciclo de universalización de la explotación y el saqueo.
América Latina y África, tanto como Asia es
destino de ese proceso de transnacionalización de la economía. Es desde
allí que se debe discutir la inserción internacional de la Argentina. ¿Cuál es
el beneficio del déficit comercial de Argentina con China? ¿Quién se beneficia
con esa orientación del comercio internacional? En primer lugar las grandes
transnacionales y sus grupos asociados en la Argentina, sobre todo si tenemos
en cuenta los principales productos de exportación desde la Argentina, soja y
petróleo, dos producciones extranjerizadas, aun con la gestión estatal de la petrolera YPF.
Es lo mismo si observamos la contra cara de
las importaciones chinas con equipos y maquinarias provenientes desde China y
asociadas a la transnacionalización de la producción del gigante asiático.
Las inversiones externas en Argentina y otros
países de la región son una forma reiterada de extracción de plusvalor de
nuestros territorios y que sirven para la acumulación de capitales en cualquier
territorio que asegure rentabilidad al capital externo, incluida la reinversión
en la Argentina.
Respecto de los préstamos chinos, vale
confirmar la reiterada dependencia del país del financiamiento externo con las
graves consecuencias que representa para el país la cancelación de intereses y
el capital, compitiendo con la aplicación de recursos públicos para satisfacer
necesidades de la población.
La deuda pública con la inglesa Baring Brothers
en el comienzo de la Argentina institucionalizada (1824); o en tiempos de la
dictadura genocida (1976), pusieron de manifiesto la subordinación de la
Argentina al sistema mundial de créditos a comienzo del Siglo XIX y a fines del
Siglo XX.
La deuda pública es un mecanismo principal de
la acumulación de capitales, tal como demostró Marx en El Capital (Tomo I,
Capitulo XXIV, sobre la Acumulación Originaria del capital). Por ello es
que la sociedad argentina tiene que discutir la nueva ola de endeudamiento,
ahora con China, y auditar e investigar la deuda histórica asumida en los
últimos 40 años, previa suspensión de los pagos actuales.
Es el paso previo para discutir el modelo
productivo en Argentina y pensar en nuevos rumbos para la producción y el
consumo, la distribución del ingreso y la riqueza.
Pensar el anticapitalismo
Ahora que pasó Thomas Piketty por la Argentina
y se reunió con autoridades económicas del país, bien vale asumir su crítica al
orden contemporáneo sobre “El capital del Siglo XXI” cuya tesis principal
sostiene que en la actualidad se agrandan las desigualdades económicas y
sociales.
Aunque el francés no se inspira ni sigue a
Marx, con el alemán revolucionario recordemos que el problema de la desigualdad
es el orden capitalista y que se necesita pensar en la formulación de políticas
anticapitalistas, si en serio se pretende avanzar por un rumbo de soberanía y
liberación.
El problema es que la principal discusión
electoral de renovación presidencial del 2015 pasa por cómo gestionar el
capitalismo realmente existente en la Argentina, sin escucharse las voces que
claman por otro rumbo, otro modelo productivo y de desarrollo.
La discusión se contiene en el marco de lo
posible, sin ir a fondo, desconociendo la potencia del poder popular, el que se
construye desde la dinámica social y política inspiradas en nuevas lógicas por
una civilización alternativa, anticapitalista, antiimperialista, anticolonial,
contra el racismo, la discriminación y el patriarcado.
Aun cuando ello resulta difícil, es la tarea
de nuestro tiempo, generando masa social contra la tiranía del endeudamiento
externo y proponiendo su investigación para ganar conciencia en el repudio a la
deuda y sus efectos sobre la
población. Se trata de proponer una reinserción internacional
de la Argentina, de carácter alternativa, para la transformación social, la
emancipación y la liberación.
Nota:
[1] Informe sobre las
relaciones entre China y Argentina publicado en el sitio en internet del
Ministerio de Economía de la Argentina, con datos al 2010, en: http://www.mecon.gov.ar/peconomica/dnper/documentos/China_Ago2011.pdf
Fuente:
http://www.rebelion.org/noticia.php?id=194436
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