La autonomía como eje de la
resistencia zapatista
Por Raúl Ornelas
Del
levantamiento armado al nacimiento de los Caracoles. Nosotros ya teníamos un
territorio controlado y para organizarlo fue que se crearon los Municipios
Autónomos. Al EZLN le sobran ideas de cómo es un pueblo organizado y libre.
El problema es que no hay un gobierno que obedezca, sino
que hay un gobierno mandón que no te hace caso, que no te respeta, que piensa
que los pueblos indígenas no saben pensar, que quieren tratarnos como indios
patarrajadas, pero la historia ya les devolvió y les demostró que sí sabemos
pensar y que sabemos organizarnos. La injusticia y la pobreza te hacen pensar,
te producen ideas, te hacen que pienses cómo hacerle, aunque el gobierno no te
escuche. Mayor Insurgente de Infantería Moisés, EZLN
MUCHAS HAN SIDO las lecturas suscitadas por la lucha de
las comunidades zapatistas de Chiapas. Los planteamientos formulados por este
innovador sujeto social han propiciado reacciones que van desde la
descalificación a la
apología. Y no pocos han sido los analistas y los actores
políticos y sociales que han ofrecido conclusiones escépticas respecto de la
lucha zapatista, particularmente entre lo que podemos llamar la izquierda
comunista.
Al revisar esos análisis, constatamos que existen importantes
deficiencias en el conocimiento de las propuestas y de las realidades que
constituyen lo esencial de la lucha zapatista. En este trabajo nos proponemos rescatar los
aspectos que consideramos más importantes de la construcción de la autonomía
entre las comunidades rebeldes de Chiapas. Desde nuestro punto de vista, la
autonomía es el proceso que explica la fortaleza y el vigor de la lucha que
desde hace veinte años se desarrolla en las cañadas de la Selva Lacandona y
de la cual el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) es una expresión
fundamental, aunque no la única.
El objetivo central del texto es establecer las líneas generales del
discurso y la práctica zapatistas en torno a la autonomía tratando dos
cuestiones: la
evolución de la autonomía desde el levantamiento zapatista hasta el nacimiento
de los Caracoles, y la relación entre autonomía y poder. Sobre esta base
esbozamos algunas conclusiones preliminares respecto del desarrollo del
proyecto autonómico de las comunidades zapatistas. Nuestra reflexión se
inscribe en el estudio de la obra constructiva de las revoluciones, en
particular de las revoluciones campesinas. Aunque en el texto sólo haremos
algunas breves menciones de otras experiencias históricas, nuestro trabajo ha
sido alimentado por la revisión de las luchas de los campesinos ucranianos
(1918-1921) y de los campesinos aragoneses y catalanes (1936-1939), cuyas
tentativas de construcción de la autogestión y el autogobierno tienen
importantes similitudes con la experiencia zapatista.
Frente a
los avances de la autonomía, que significan nueve años de autogobierno y la
creación de los Caracoles, consideramos que no basta profundizar en los
intensos debates suscitados en el dominio de la teoría política, sino que es
fundamental adentrarnos en el análisis de la práctica concreta de las
comunidades zapatistas, en resistencia desde 1994. El aniversario “20 y 10” del EZLN es un motivo más
para este intento. Cabe mencionar que este trabajo es una primera aproximación
al tema, por lo que hemos acentuado los aspectos constructivos de la
experiencia autonómica; los límites y contradicciones de este proceso son sólo
esbozados, y su estudio detallado es objeto de una investigación en curso.
Los caminos de la autonomía
Tras el
levantamiento armado del 1ro. de enero de 1994 y los doce días de guerra
abierta, los zapatistas emprendieron iniciativas
enfocadas a tejer redes de resistencia con la sociedad civil y buscaron la
interlocución con las fuerzas políticas y sociales del país y del estado de
Chiapas.
La construcción de la autonomía se sitúa en el centro de
esta dinámica: avanzar en la edificación de las bases
de reproducción de las comunidades ha sido la gran fortaleza de la lucha
zapatista; sin este elemento, la guerra larvada por el gobierno mexicano
la habría conseguido acotar fuertemente. El primer elemento que queremos
destacar es la evolución histórica del proceso autonómico. Es notable la
continuidad en el planteamiento y la práctica zapatistas respecto de la
construcción de la autonomía.
Desde
enero de 1994 hasta el nacimiento de los Caracoles en agosto de 2003, la
autonomía ha sido concebida como un proyecto construido por los civiles, donde
los militares cumplen una función de “acompañantes”, función crucial sin duda,
pero que parte de la voluntad de no intervenir directamente en el ejercicio del
gobierno. En todos los pronunciamientos esenciales del EZLN y en todos los
momentos cruciales de la construcción de las autonomías, los zapatistas han
dejado claro que las tareas de gobierno no deben ser realizadas por el ejército
rebelde. El nacimiento de los Caracoles señala un paso
más en esa dirección: habiendo consolidado las bases del autogobierno,
el EZLN se desliga por completo de las funciones de gobierno que en los hechos
realizaba (particularmente en la relación de las comunidades con el “exterior”)
y se asume como guardián y garante de la construcción de la autonomía. Sobre
esto volveremos más adelante.
Aunque
las experiencias de autogobierno entre las comunidades indígenas de Chiapas son
muy antiguas, podemos fechar el nacimiento de las autonomías zapatistas en
diciembre de 1994. Tras un primer intento infructuoso de diálogo con el
gobierno, y ante la imposición de un gobernador perteneciente al PRI, el EZLN
declara terminada la tregua y sale de sus posiciones en la selva y las montañas
hacia los territorios habitados por las “bases de apoyo” zapatistas. El 8 de
diciembre se inicia la campaña “Paz con Justicia y Dignidad para los Pueblos
Indios” y, al abrigo del avance de las tropas zapatistas, los pobladores de
cada lugar declaran la existencia de treinta nuevos municipios (ver Cuadro 1 y
Mapa 1) que agrupan las zonas de influencia del EZLN en Chiapas. Como se
aprecia, la experiencia autonómica abarca un extenso territorio donde habitan
cientos de miles de personas. Desde hace ocho años las “bases de apoyo” del
EZLN se han afanado en la construcción de sus autogobiernos, mejorando sus
condiciones de vida e integrando a otros grupos a esta experiencia.
Municipios y territorios rebeldes
zapatistas
En medio
de innumerables agresiones, desde las ofensivas militares de febrero de 1995
que buscaban decapitar al EZLN y la de 1998 contra los Municipios Autónomos,
hasta el hostigamiento cotidiano en contra de las comunidades, las instancias
autónomas han emprendido diversas labores para atender las necesidades básicas
de los habitantes de las comunidades zapatistas, de suerte que la autonomía no es sólo, ni principalmente, un proyecto
político sino un proceso de creación autogestiva de la vida social en estas
comunidades: sus mayores méritos residen en “haber logrado sobrevivir en
condiciones de persecución, hostigamiento y pobreza que pocas veces pueden
encontrarse en la historia del mundo. No sólo. Los Consejos Autónomos han
logrado llevar adelante, con el apoyo fundamental de las «sociedades civiles»,
una labor titánica: construir las condiciones materiales para la resistencia”
(Subcomandante Insurgente Marcos, 2003: 5ta parte)2 . La formación y el
funcionamiento de los Municipios Autónomos Rebeldes Zapatistas (MAREZ) ilustran
los alcances de la lucha zapatista en el horizonte de la transformación social.
Estas iniciativas tienen un carácter de
reagrupamiento territorial a partir de varios tipos de nexos históricos: la pertenencia a una etnia, los
trabajos en común, la situación geográfica, las relaciones de intercambio. A
diferencia de las divisiones territoriales arbitrarias de los municipios
“oficiales”, los municipios rebeldes son el resultado de la afinidad entre sus
pobladores.
Esta ruptura plantea un desafío radical frente
al poder, en tanto desplaza el conflicto desde la arena política hacia la
cuestión fundamental del control del territorio. Los personeros locales y nacionales más
retrógrados han querido resolver este desafío invocando el “separatismo” y los
peligros de balcanización que, según ellos, representa la demanda de autonomía.
Siempre es bueno recordar que la lucha zapatista es por “ser reconocidos como
indígenas y como mexicanos”. El control del territorio constituye un sólido
punto de partida para la construcción de las autonomías a partir de las
comunidades. En efecto, recuperando y transformando las
instancias tradicionales de la vida comunitaria, especialmente las
reuniones de toda la comunidad, los Municipios Autónomos tienen en las
comunidades (caseríos, pueblos) su unidad elemental, las cuales se agrupan en
consejos de representantes hasta alcanzar la escala municipal.
La combinación de diferentes instancias y formas de discusión, de
representación y de vigilancia es el factor que explica la vitalidad de la
autonomía zapatista.
En la base de la experiencia autonómica se sitúa la comunidad con sus
instancias de discusión y decisión: la reunión de todos los pobladores, los
consejos de responsables y de representantes, y en los lugares donde existen,
las autoridades tradicionales y los consejos de ancianos. A diferencia de lo que sucede en los espacios políticos
“occidentales”, en los de las comunidades indígenas no existe separación entre
los temas que ahí se tratan: las cuestiones del trabajo son atendidas a
la par de los asuntos religiosos, las cuestiones relativas a la lucha y a las
relaciones con otras comunidades, etcétera. Asimismo no
existe una “profesionalización” de los roles: de manera rotativa, la
mayor parte de los habitantes de la comunidad ocupan un “cargo”.
Un aspecto central en esta dinámica es la búsqueda del
consenso. Enfrentados a la pobreza extrema y a las enormes dificultades para
asegurar la reproducción inmediata, los habitantes de las comunidades han
vivido un largo aprendizaje acerca de la necesidad de llegar a acuerdos que
incluyan a la mayor parte de los pobladores de un territorio dado. En este
marco de extrema dificultad, la búsqueda del consenso resulta espontánea: “El
trabajo colectivo, el pensamiento democrático, la sujeción al acuerdo de la
mayoría, son más que una tradición en zona indígena, han sido la única
posibilidad de sobrevivencia, de resistencia, de dignidad y rebeldía”
(Subcomandante Insurgente Marcos, 1994).
En lo que toca a los mecanismos de control y vigilancia sobre los
representantes y encargados, podemos destacar dos aspectos.
- Por una parte, no existe una
remuneración por ocupar los diferentes “cargos”5 , de suerte que la
designación para una tarea no implica la diferenciación social o económica
al interior de la comunidad: En las comunidades zapatistas el cargo de
autoridad no tiene remuneración alguna (durante el tiempo en que la
persona es autoridad, la comunidad le ayuda en su manutención), es
concebido como un trabajo en beneficio del colectivo y es rotativo. No
pocas veces es aplicado por el colectivo para sancionar la desidia o el
desapego de alguno de sus integrantes, como cuando a alguien que falta
mucho a las asambleas comunitarias se le castiga dándole un cargo como
agente municipal o comisariado ejidal (Subcomandante Insurgente Marcos,
2003: 5ta parte).
- Por otra parte, bajo la
divisa de “mandar obedeciendo” se realiza una evaluación permanente de la
labor de los representantes, que además son revocables y actúan
generalmente con el mandato preciso de su comunidad: En lo que se refiere
a la relación con las comunidades zapatistas, el «mandar obedeciendo» se
ha aplicado sin distinción. Las autoridades deben ver que se cumplan los
acuerdos de las comunidades, sus decisiones deben informarse regularmente,
y el «peso» del colectivo, junto con el «pasa la voz» que funciona en
todas las comunidades, se convierten en un vigilante difícil de evadir.
Aun así,
se dan casos de quien se da la maña para burlar esto y corromperse, pero no
llega muy lejos. Es imposible ocultar un enriquecimiento ilícito en las
comunidades. El responsable es castigado obligándolo a hacer trabajo colectivo
y a reponerle a la comunidad lo que tomó indebidamente. En cuanto la autoridad
se desvía, se corrompe o, para usar un término de acá, «está de haragán», es
removida del cargo y una nueva autoridad la sustituye (Subcomandante Insurgente
Marcos, 2003: 5ta parte). Sobre la base de las reuniones de la comunidad,
instancias fuertemente marcadas por lo que en la teoría política se conoce como
democracia directa, se erige un sistema de
representaciones que viabiliza las tareas colectivas. La pertenencia a un
Municipio Autónomo es competencia exclusiva de la reunión de cada comunidad.
La
siguiente instancia es el Consejo Municipal, formado por los representantes de
cada comunidad que forma parte del municipio. Estos representantes participan
en alguna de las “comisiones” o “comités” encargados de tareas específicas:
justicia, asuntos agrarios, salud, educación, cultura, producción, entre las
más comunes. Además de estas instancias, el consejo cuenta con: presidente,
vicepresidente, secretario y tesorero, encargados de la coordinación del
consejo. Es esta instancia colegiada la que ha dado vida a los Municipios
Autónomos desde 1994.
Paulatinamente,
los Consejos Autónomos han consolidado su presencia y autoridad merced a las
iniciativas para mejorar la vida de las comunidades y a sus prácticas de “buen
gobierno”, esto es, privilegiar la búsqueda de acuerdos al enfrentamiento o la
represión, así como la aplicación del derecho “consuetudinario”, que prefiere
la reparación del daño a la
sanción. En ese sentido los Consejos Autónomos han jugado un
papel esencial en el desarrollo de la lucha zapatista. Al
interior de las comunidades el proyecto autonómico ha ganado legitimidad gracias
a las tareas de salud, educación, culturales y productivas que han permitido
mejorar las condiciones de vida.
La
propaganda gubernamental y la intelectualidad integrada, e incluso parte de la
izquierda socialdemócrata, no se han cansado de afirmar que la lucha zapatista
se agota poco a poco, que las comunidades sufren más ahora que antes del
levantamiento y que existen grandes divisiones al interior del EZLN. Sin
embargo, en 2003 los zapatistas han dado diversas muestras de la fuerza y la
unidad con que cuentan, de las cuales podemos citar dos de gran significado: en
enero, para la celebración del noveno año del levantamiento, más de veinte mil
indígenas se manifestaron en San Cristóbal de las Casas; y en agosto, con el
nacimiento de los Caracoles. Ambas movilizaciones mostraron la unidad y la
expansión de la lucha zapatista en Chiapas. Hoy el zapatismo es más grande y
más fuerte. Nunca antes en nuestra historia habíamos tenido la fuerza que hoy
tenemos.
Tiene tiempo que ya rebasamos con mucho los límites del
suroriental estado de Chiapas, y no sólo, tenemos control hasta en las
comunidades en donde se encuentran las guarniciones del ejército federal y de
la policía de seguridad pública del estado, también nuestra palabra ha
penetrado en los cuarteles y en quienes en ellos habitan. No nos estamos
presumiendo. Sólo lo estamos comunicando (Comandante David, 2003). En la
relación con las comunidades no zapatistas, los Municipios Autónomos han
construido alianzas locales con otros pobladores y otras fuerzas sociales y
políticas: ello ha amortiguado las estrategias contrainsurgentes aplicadas por
los gobiernos local y federal, uno de cuyos pilares ha sido fomentar el
enfrentamiento entre comunidades; asimismo, los Consejos Autónomos han
resistido y denunciado las agresiones de los paramilitares.
La apertura hacia la población que no participa en el EZLN es un
aspecto fundamental de la resistencia zapatista. En lugar de instaurar un
gobierno “propio”, controlado directamente por la fuerza político-militar que
ganó en las movilizaciones y en la guerra un importante espacio político y
territorial, el EZLN impulsó una dinámica de gobiernos civiles abiertos a la
participación de todos los habitantes de los territorios en cuestión. Ello ha permitido que los Consejos
Autónomos emerjan como una alternativa a las autoridades “oficiales”, sobre
todo en los lugares donde el zapatismo es la fuerza local más importante8 . Las
Leyes Revolucionarias (ver Cuadro 2), dadas a conocer por el EZLN el 1ro. de
enero de 1994, constituyen el marco general de la actuación de los Municipios
Autónomos. Además de la relación entre el ejército y las tareas de gobierno,
que como mencionamos, constituye la piedra angular de la construcción
autonómica, la aplicación de estas leyes ha sido limitada dadas las condiciones
de guerra larvada en que se desarrolla la experiencia de la autonomía.
Estas disposiciones han tenido el carácter de “programa”,
de aspiraciones para ser alcanzadas paulatinamente. No obstante, podemos
señalar algunos avances importantes en la aplicación de estas medidas. En lo
que toca a la tierra, tras las recuperaciones de tierras que se produjeron en
1994, no ha habido nuevas medidas a favor de los pueblos; por el contrario, las
agresiones de las fuerzas represivas y de los paramilitares han producido
desplazamientos de población y migraciones hacia la selva, donde la situación
es aún más precaria. A pesar de ello, los Consejos Autónomos han seguido
impulsando la posesión y el trabajo en colectivo de las tierras.
La Ley de Mujeres es la disposición con mayor impacto,
tanto dentro de las comunidades como hacia el resto del país e incluso del
mundo. En vista de la situación de opresión extrema que viven las mujeres
indígenas, los planteamientos zapatistas significan una revolución en las
comunidades: toda su estructura económica, social y cultural es puesta en
cuestión. Como el propio EZLN lo ha comunicado, los avances en la aplicación de
esta Ley son irregulares y limitados, pero el solo hecho de haber sacado a la
luz las demandas elementales de las mujeres como parte de un programa
revolucionario ha abierto un horizonte de transformación acelerada que alimenta
la vitalidad de la lucha zapatista. Asimismo, la Ley de Mujeres es una
referencia para individuos, fuerzas políticas y sociales que la han encontrado
como punto de apoyo para impulsar las discusiones acerca de las relaciones de
género en sus propios ámbitos. (…)
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