El Sufragio universal en el Chile
“democrático”:
“una institución nefasta”
31 de agosto de 2015
Por Jorge M. Villalobos
Gálvez (Rebelión)
Pensar que el Sufragio universal contemplado en la Constitución
política de 1980 es un hecho democrático; es un acto de ingenuidad. Como es un acto de
ingenuidad pensar que la élite social; el patriciado criollo dueños del poder
económico y político, los poderes fácticos; empresariado, las fuerzas armada
(garantes de la democracia) y la parte más conservadora y poderosa de la Iglesia Católica
van a aceptar de buenas a primera cambiar dicha Constitución política. Les
costaron muchos asesinatos; desaparecidos, torturados, relegados, exiliados
para conquistar el poder político; desarmar al Estado Social y terminar
imponiendo un modelo neoliberal para perderlo porque una mayoría circunstancial
lo demanda así nomas . Porque entiéndase bien; en Chile las mayorías plebeyas
no mandan.
La Constitución política de 1980 significó y significa muchos para
estos poderes, es la garante para la existencia de los grandes empresarios,
inversionistas y usureros, para la existencia de la clase política, para la Nueva Mayoría ; los
capataces del modelo capitalista, para la vida de las 7 familias dueñas de
Chile; de la tierra, de sus minerales, de sus bosques, del mar, del agua, de
las previsión (AFP), de la salud, de la educación, del monopolio de las armas,
de la justicia, de las cárceles, incluso de las personas. Según el último
informe de la OCDE, Chile, ocupa entre 25 países el honroso primer lugar en la
peor distribución de la
riqueza. Por lo tanto, la Constitución de 1980 le cae como
anillo al dedo a ese 1% más rico que se lleva el 30% del ingreso nacional, el
17% para el 0,1 más rico, y más del 10% para el 0.01% más rico; algo así como
1.700 personas que en Chile se llevan a sus bolsillos más de 1.000 millones de
pesos mensuales (Revista Occidente N° 447 pág. 19 de enero-febrero 2015).
También para un sector de asalariados de nuestra sociedad que ven en la actual Constitución
y en sus defensores la base del orden, la moral, la disciplina y el progreso. Y
no la causante de la desigualdad en que viven dentro de esta sociedad
mercantil, que reduce a nuestros jóvenes, hombres y mujeres a la condición de
mercancía. Tanto produces, tanto vales y si después de 40 años de trabajo te
jubilas con una pensión de hambre (promedio de $ 180 pesos mensual) es tú
responsabilidad, de nadie más. También es favorable para los que están
convencidos o se dejan engañar por si acaso les cae alguna migaja de la mesa de
los cicateros que nunca están satisfechos. Y por qué no decirlo, también para
los hampones de turno que han hecho de la política un oficio tan rentable como
traficar drogas.
Es un acto de candidez pensar que su
democracia es la misma democracia que entendemos la mayoría de los chilenos;
como la igualdad, la justicia y la libertad tampoco es la misma. Si reducimos a la democracia como el acto de votar (Sufragio
universal) cada cuatro años. El sufragio de un trabajador asalariado,
peor si se trata de un aborigen no vale lo mismo que el voto de la clase
privilegiada. Porque el problema no es sólo del sistema, también se trata de un
problema de clases. Creer lo contrario es negar lo indesmentible. Es como creer
que en su cocina política cabemos todos. Dos situaciones que avalan lo que
acabo de sostener; primero, cuando durante la dictadura militar, al interior
del Consejo de Estado se discutía sobre la nueva Constitución
política que reemplazaría a la del año 25, y que llevaría al país hacia la
plenitud del sistema “democrático”, su presidente de ese entonces Jorge
Alessandri Rodríguez ex presidente de la República sostenía con respecto al
“Sufragio universal” que; “…se
trataba de una institución nefasta que era preciso mantener para evitar males
mayores en términos de imagen”, “…de tal manera que la idea es que los vicios
del sufragio universal produzcan el menor daño posible” (de las Actas del Consejo de Estado en
Chile (1976-1990). Tomo I, pg. XXXI-XXXII f.
Sufragio universal. U. de los Andes. Centro de Estudios Bicentenario). Para
respaldar sus democrática ideas, Alessandri citó a la Grecia antigua donde
señaló que los que intervenían en la cosa pública eran solo los “hombres
virtuosos”, “…la antítesis del sufragio universal”. “El sufragio universal
es una aberración, que
nada tiene que ver con la forma como nació y se desarrolló, primero en Gracia y
después en la Francia de la Revolución”-sostuvo. Es decir; alabó el voto
censitario clasista de la burguesía liberal revolucionaria francesa de 1789 que
dejó fuera de la democracia a la mayoría del pueblo francés, que a costa de
derramar su sangre los llevo al poder. Experiencia similar que el pueblo
chileno vivió durante las protestas de la década de los 80 del siglo XX, que a
costa de sangre y represión llevó al poder a la Concertación de Partidos por la
Democracia,
hoy Nueva Mayoría, para muchos Nueva Pillería.
Para la derecha fue vital hacer aprobar su espuria Constitución a
través del indeseado sufragio universal. No había otra oportunidad. El régimen
dictatorial era la única posibilidad cierta para legitimarla. No había padrón
electoral, libertades políticas, derecho a opinar, menos a disentir, y lo mejor
de todo; dentro de un régimen del terror y del miedo impuesto por las armas.
Cumplido el primer paso, sería la propia Constitución
la que establecería sus resguardos y frenos, frente a una hipotética mayoría
trasnochada, que en el futuro quisiera cambiarla eliminando sus controles; los
altos quórums de las leyes orgánicas constitucionales, el quórums calificado y
el Tribunal Constitucional. La
línea Maginot de la derecha antidemocrática y golpista. En
segundo lugar. Según el jurista José Luis Cea, una Asamblea Constituyente sería
una sería amenaza al orden establecido, porque: “…se invertiría el orden…el imperio
de la ley por sobre la Constitución”; es
decir, según él, “sería una
operación para desmontar los poderes “contramayoritarias”…quitando los
controles previos para que el derecho de propiedad quede entregado al arbitrio
de una ley promulgada por una mayoría” (El
Mercurio. D8 Reportajes del 07 junio 2015). El jurista sostenía que vulnerando
el derecho constitucional sería el principio funesto para renacionalizar los
recursos básicos (el cobre, el mar, el agua), ahuyentando la inversión
extranjera. Un franco retroceso al desarrollo del país. O para que el Estado
emprenda irresponsablemente iniciativas económicas y un rol social. Y termina
diciendo: “La gente no sabe lo
que es una Constitución, pero cambiarla es algo que suena bien, y por ahí entra
una serie de ilusiones”. Entonces
de que alarmarnos cuando Bachelet nos quiere mandar a tomar clases de Educación
Cívica, como requisito previo para recién hablar de cambiar la Constitución,
pero, sin Asamblea Constituyente. Para la desprestigiada y desvergonzada clase
política que se pelotea el poder cada cuatro años; cuando quieren utilizarnos
no somos ignorantes, pero cuando alzamos la voz reclamando un país más
democrático e inclusivo, entonces sí que somos ignorantes; niños.
El señor Alessandri sentía que tenían mucha
razón cuando sostenía que: “…efectivamente
la demagogia se sustenta principalmente en el sufragio universal”, “…es
incompatible con lo que, en esencia, es la democracia”. En el punto 2
Derechos Fundamentales Pg. XXXIV de las Actas Constitucionales citadas,
afirmaba que en la Constitución: “debería
distinguirse entre los derechos y las aspiraciones…de no hacerlo así, la
Constitución incluiría normas que exceden su propio campo y la realidad de las
posibilidades del Estado”. Algo
así como el acertijo de Bachelet; “derechos” con realismo, y las “aspiraciones”
sin renuncia. Mientras tanto, el señor Cea tiene razón en dos puntos; La
Constitución actual es la garantía absoluta para acumular riqueza explotando a
otros. En segundo lugar, cambiar la Constitución significaría que nuestro país
podría recuperar sus riquezas básicas, terminar con la dependencia económica y
política, poner fin al control duopólico de las comunicaciones, asegurar los
Derechos Fundamentales; el derecho al trabajo, a una salud digna, a una
educación pública, gratuita y de calidad, a una vivienda decente, a vivir en un
entorno más acogedor y libre de contaminación, a tener pensiones dignas, en
definitiva democratizar el poder; la democracia y la justicia.
[i] Profesor de Historia, Ciencias Sociales
y Geografía. Magister en Educación, Gestión y Cultura U. Arcis
Fuente: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=202680
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