La dominación de espectro completo
sobre América
30 de enero de 2014
30 de enero de 2014
Por Ana Esther Ceceña (Rebelión)
Desde
1998-2000, después de una revisión amplia y exhaustiva de los asuntos militares
en los 50 años anteriores y con vistas a la planeación estratégica
correspondiente a los desafíos, amenazas y condiciones del siglo por venir, el
Comando Conjunto de Estados Unidos emite un documento conceptual que resume
experiencias, objetivos, riesgos, capacidades y saberes, todos encaminados al
rediseño de las rutas, mecanismos y variantes de la consolidación de Estados
Unidos como el líder indispensable, como la potencia hegemónica indiscutible
(Joint, 1998 y 2000). Diferentes voceros del Departamento de Estado y del de
Defensa señalan que se trata de un momento de oportunidad histórica, en buena
medida por el colapso del campo socialista, en el que Estados Unidos tiene la
posibilidad y las condiciones para constituirse cabalmente en líder planetario
y anuncian su plan estratégico para asegurarse que así sea.
El reparto
y supervisión del mundo
Se vuelve
a establecer la delimitación territorial del planeta en cinco regiones que en
total lo abarcan todo y que en ese momento se reafirman bajo la supervisión de
cinco diferentes Comandos de las fuerzas armadas de Estados Unidos. [3] Un poco
de tiempo después, en 2001 después de los eventos de las Torres Gemelas en
Nueva York, se agregaría el Comando Norte a cargo directamente de una seguridad
interna que abarca no sólo su propio territorio sino toda el área de América
del Norte. Cabe señalar que al paso de una década se cuenta ya con nueve
Comandos, [4] garantizando una supervisión más detallada de las tierras, mares,
glaciares y poblaciones que componen el planeta Tierra en su conjunto.
La geografía del disciplinamiento
global
Equipos de
especialistas a su vez, trabajaron en la identificación de problemáticas diferenciadas
en el campo del disciplinamiento en términos geopolíticos y aportaron una
caracterización que distingue tres grandes regiones (Barnett, 2004), hacia las
que se diseñan políticas diferentes:
1. Los
aliados. El área desarrollada agrupada en organismos de gestión internacional y
comprometida en el establecimiento y cumplimiento de las normativas que
aseguran la marcha del sistema y el respeto y resguardo de la propiedad
privada.
2. El área
de riesgo o ingobernable. Un amplio grupo de países e incluso de zonas marinas
que es reconocido como "brecha crítica" en el que siempre hay riesgo
de colapsos, de insubordinación frente a las reglas establecidas por los
organismos internacionales como la Organización Mundial
de Comercio (OMC), el Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial,
rebeliones frente al modo de gestionar las controversias entre Estados y
empresas transnacionales (ETN) en el Centro Internacional de Arreglo de
Diferencias relativas a Inversiones (CIADI), de indisciplina en términos de
gobernabilidad, etc. Se señala ésta como una región conflictiva, parcialmente
ingobernable y susceptible de poner en riesgo a las áreas aledañas a la manera
de ampliación de la zona podrida o que puede poner en riesgo de colapso al
sistema mundial, aunque no fuera más que circunstancialmente. Por tanto, es una
región que debe concitar la mayor atención y debe mantenerse bajo supervisión e
incluso, si es el caso, intervención oportuna y eficiente. Esta es la región de
mayor tamaño entre las tres identificadas y es la que guarda la mayor cantidad
de riquezas de la Tierra: el cinturón biodiverso, las aguas, petróleo y otros
energéticos, minerales y culturas.
3. La bisagra. Es una región
importante en sí misma tanto políticamente como por sus riquezas pero se le
ubica como el eslabón o punta de lanza en el convencimiento o recuperación de
los países de la brecha crítica. La componen países semidesarrollados o
emergentes, como se suele caracterizar, respetuosos de las reglas del juego
aunque en ocasiones con dificultades para seguirle el paso a las políticas
internacionales (casos de renegociaciones de deudas o similares), pero
interesados en mantenerse dentro de las dinámicas de lo establecido. Con los
países de esta región es posible confiar en acuerdos diplomáticos, políticos y
económicos sin necesidad de intervenirlos directamente mediante la fuerza. De diferentes
maneras todos tienen un peso regional definitivo y serían capaces de hacer
transitar las normatividades globales a través de adecuaciones, canales y
compromisos de nivel regional. Entre los países de esta franja se encuentran
Brasil, Argentina, India, Sudáfrica, Rusia y China.
La sociopolítica del
disciplinamiento global
La idea
central de las guerras del siglo XXI es la del manejo de la asimetría, una vez
roto el equilibrio de poderes con el colapso del campo socialista. La
construcción del enemigo se desliza de los entes institucionales a los
inespecíficos, creando un imaginario de guerra ciega. El enemigo identificable
o convencional disminuye su status al de amenaza regional y por ahí pasarán
Irak, Libia, Irán y Venezuela, cada uno entendido como potencial cabeza de
región, así como cualquier tipo de coalición en la que estos participen (ALBA,
OPEP, Petrocaribe, etc.). Es siempre un polo articulador de poderes
alternativos u hostiles a Estados Unidos y su american way of life convertido
en política internacional. Para este enemigo la respuesta es el aislamiento y
la demonización, o la aplicación de una fuerza sobredimensionada para destruirlo
y, sobre todo, humillarlo. El caso prototipo es el de la operación en Irak. El
enemigo no institucional es difuso, relativamente invisible, ajeno a las reglas
de las confrontaciones de poderes y en cierto sentido indescifrable. Es, desde
un vietnamita aparentemente inofensivo al que sólo se le ve el sombrero y nunca
la cara, hasta mujeres y niños de una comunidad que se inconforman con la
construcción de una represa generadora de energía eléctrica, o masa urbana en
contra de la elevación del precio del transporte, de quienes se piensa que
pueden poner una bomba, fabricar armas químicas o biológicas en laboratorios
caseros, o que pueden movilizar amplios contingentes para oponerse a las
políticas y proyectos hegemónicos. El peligro llega hasta el grado de que estos
pequeños e insignificantes enemigos, que aparecen en cualquier rincón o se
cuelan por cualquier agujero, pueden poner en riesgo el sistema mismo. Por eso
se busca atacarlos antes de que se coloquen en posición de fuerza disuadiendo
lo que resulte sospechoso de convertirse en tal enemigo. Tapar todos los poros
y no dejar resquicio al enemigo dice el misal militar estadounidense (Joint,
1998).
Dominación de espectro completo
El mapa
conceptual estratégico del sujeto hegemónico se construyó, como decíamos, en
torno a la idea de aprovechar, o no perder, el momento de oportunidad
histórica, evidentemente irrepetible, para la emergencia de Estados Unidos como
líder mundial. Sin guerra fría, sin poderes equivalentes que confrontar, aunque
con una conflictiva general sumamente compleja y generalizada, Estados Unidos
rediseña sus metas, sus espacios, modifica o adecúa sus mecanismos, genera
exigencias tecnológicas, recompone los equilibrios entre trabajos de
inteligencia, de persuasión y de combate, redefine los puntos críticos y
explora los esquemas de aproximación pero sin renunciar en ninguna medida a lo
que desde ese momento denomina la "dominación de espectro completo"
(Joint, 1998 y 2000). La mayor novedad de esta concepción estriba en su virtud
para articular y dar sentido general único a las estrategias sectoriales,
parciales, específicas, temporales y más limitadas que se desplegaban desde
diferentes emisores o agentes de la política de seguridad y de búsqueda de la
supremacía de Estados Unidos en todos los campos. No se inventó nada nuevo pero
se pensó el problema de manera integral y eso cambió los términos y las
prioridades. Se sistematizó, con detalle científico, cada uno de los niveles o
espacios del espectro donde pudiera parapetarse un potencial enemigo. Espacio
exterior, espacio atmosférico, aguas, superficie terrestre, bajo tierra;
espacios públicos y privados que deberían ser penetrados mediante mecanismos
panópticos (cámaras en las esquinas, en los bancos y oficinas, chips espías,
sistemas de datos centralizados, etc.). Vida cotidiana, vida productiva,
pensamiento y acción.
Barrios
populares con políticas diferenciadas de las de los barrios clase media o clase
alta, estratificación competitiva, transporte, dotación de servicios, etc.,
todos puntos de observación y de manejo de poblaciones.
Con dos
objetivos generales: garantizar el mantenimiento del capitalismo y dentro de él
la primacía de Estados Unidos; y garantizar la disponibilidad de todas las
riquezas del mundo como base material de funcionamiento del sistema, asegurando
el mantenimiento de sus jerarquías y dinámicas de poder. [5] En otras palabras,
insistiendo, impedir la formación de fuerzas individuales o coligadas capaces
de significar un contrapeso al poder de Estados Unidos autoasumido como líder
mundial; impedir o disuadir cualquier tipo de insubordinación o rebelión que
ponga en riesgo al sistema o los intereses centrales de sus protagonistas
principales, entre los que se cuenta la libertad para disponer sin límites de
territorios y vidas.
La
ambiciosa geografía de esta estrategia de disciplinamiento abarca todo el globo
y el espacio exterior, pero, dada la conformación territorial del planeta y la
concepción del mundo como campo de batalla, tiene como territorio base, como
territorio interno, al Continente Americano.
América
Latina en la geopolítica del espectro completo
Considerando el carácter insular del
continente, las abundantes y diversas riquezas que contiene y calculando
también las limitaciones reales de un Estados Unidos restringido a su propio
territorio, América Latina pasa a ser un área estratégica para crear
condiciones de invulnerabilidad relativa o, por lo menos, de ventaja del
hegemón con respecto a cualquier poder que se pretenda alternativo. De ahí la
concepción de la seguridad hemisférica, casi simultánea a la de seguridad
nacional, que es una traducción moderna de la doctrina Monroe. Cuidar
el territorio para disponer de sus riquezas y para impedir que otros lo hagan
(Ceceña, 2001). Los tres pliegues de la ocupación continental La hegemonía se
construye en el espectro completo, un espectro lleno de pliegues que se
superponen y se desdoblan para ir tejiendo la historia. La
construcción de hegemonía es así un proceso de alisamiento y combinación de
esos pliegues y de formación de nuevas topografías del poder. No basta un
resguardo militar si no se abren las compuertas económicas y nada de esto es
posible sin la instalación de un imaginario posibilitante. El primer peldaño de
la hegemonía consiste en universalizar la visión del mundo, el american way of
life, para permitir fluir de manera relativamente ágil las políticas económicas
que favorecen la integración hemisférica bajo este manto y los acervos de las
más poderosas empresas instaladas sobre el Continente. Concretamente la
hegemonía se manifiesta en la implantación, institucionalmente consensual
aunque los pueblos puedan expresar su rechazo, de un conjunto de políticas,
proyectos, normas y prácticas mediante las cuáles se organiza el territorio [6]
en su conjunto. Las relaciones entre Estados Unidos y América Latina, a la luz
del rediseño de las estrategias hegemónicas globales, entraron al siglo XXI con
cambios profundos. 30 años de neoliberalismo habían permitido erradicar casi
totalmente las legislaciones y prácticas proteccionistas y eso propiciaba un
tendido mayor de los grandes capitales transnacionales que habían ido
apoderándose de los mercados absorbiendo o destruyendo empresas locales. Se
requerían nuevas infraestructuras para ir más lejos y, a la vez, nuevas
legalidades y disciplinas que legitimaran el despliegue y que controlaran a los
inconformes, que se movilizaban crecientemente (Ceceña, Aguilar y Motto, 2007).
1.
Alisando
el pliegue económico. En 1994 entra en vigor el primer tratado internacional,
regional, de libre comercio (Tratado de Libre Comercio de América del Norte
(TLCAN)), que indicaría las pautas de un ambicioso proyecto de integración
continental (Acuerdo de Libre Comercio de las Américas (ALCA)), que después de
su fracaso circunstancial en 2005 en Mar del Plata ha ido consumándose poco a
poco por subregiones. Nuevas normativas para el tránsito de los capitales por
encima de cualquier pretensión de soberanía o resguardo del patrimonio
nacional, con la protección adicional del Banco Mundial a través del CIADI, en
el que en casi todos los casos los estados son derrotados por las empresas
particulares. El entramado de tratados de libre comercio e inversión que se ha
urdido sobre el Continente representa un reacomodo total del pliegue económico,
hasta hace no tanto acostumbrado a restringir la entrada de capitales
extranjeros y a reservar áreas estratégicas como base de sustento de la nación. Hoy son esos
capitales los que ponen las reglas, los que marcan dinámicas, los que corrompen
gobiernos y los que se apoderan del territorio.
2.
El
pliegue territorial. Adicionalmente a las apropiaciones individuales, locales
perpetradas directamente por las empresas, en 2000 se lanzan dos proyectos de
reorganización territorial buscando una apertura casi total hacia el mercado
mundial y una racionalización/ampliación de la producción energética para
sustentar el ritmo de crecimiento del Continente: el Plan Puebla Panamá (PPP),
ahora Proyecto Mesoamericano y la Iniciativa de Integración de la Infraestructura Regional
de Sudamérica (IIRSA), ahora COSIPLAN-IIRSA. Los más ambiciosos proyectos de
infraestructura de que América tenga memoria, concebidos como soporte de una
creciente exportación de commodities, en gran medida producidos por las grandes
transnacionales de la minería, la madera/celulosa y los energéticos, en
simultaneidad con la extensión de las plantaciones de soya, palma y caña de
azúcar, entre otras, ya sea para alimentar al ganado, para la generación de
biocombustibles o para usos industriales. Se induce con estos megaproyectos una
nueva geografía, marcada por canales de comunicación y generación de energía,
que irán seguidos de empresas principalmente extractivas y que dibujan un nuevo
mapa político interno, con nuevas fronteras y nuevas normatividades.
3.
El
pliegue militar, irrenunciable ante situaciones generalizadas de despojo y
violencia social que concitan diferentes manifestaciones de resistencia y
rechazo, se desata con el Plan Colombia, primero de su tipo, que permite una
presencia militar de Estados Unidos en el centro de Latinoamérica. A la
reorganización de lo económico territorial, que implica ya un dislocamiento de
legalidades sobre territorios y pueblos, se suma una iniciativa de huella
pesada (heavy footprint) en el terreno militar. La iniciativa, flexible y
versátil para adaptarse a los escenarios cambiantes aunque sin perder la ruta
estratégica, marca el área latinoamericana y caribeña estableciendo una amplia
red de bases militares (Ceceña, Yedra y Barrios, 2009; Ceceña, Barrios, Yedra e
Inclán, 2010) y bases de operación antinarcóticos; patrullajes navales
crecientes y constantes antes y después de la reconstitución de la IV Flota en 2008;
ejercicios conjuntos que van naturalizando la presencia de tropas
estadounidenses y homologando criterios entre fuerzas armadas de la zona; una
generalización de códigos civiles criminalizantes y de las llamadas leyes
antiterroristas que introducen la figura del sospechoso y la tolerancia cero;
un conjunto de acuerdos o iniciativas de seguridad subregionales, todas ellas
con la participación de Estados Unidos, que dan cobertura al derramamiento del
Plan Colombia hacia estas áreas como ya ocurre en México y Centroamérica con la denominada Iniciativa
Mérida (Ceceña, 2006 y 2011).
En
conjunto, la estrategia hegemónica contempla posicionar capitales, disponer de
los recursos más valiosos, multiplicar y abaratar costos con regímenes de
outsourcing, implantar cultivos de aprovechamiento industrial, la mayoría de
las veces con modos agrícolas altamente predatorios y, en esencia, usar el
territorio a su criterio, de acuerdo con sus necesidades e intereses, como
espacio propio de fortaleza interna y de defensa frente al resto del mundo. Los
mecanismos combinan diplomacia, política, asimetría y fuerza y varían de
acuerdo con los desafíos internos y la visión y condiciones globales de lucha
por la hegemonía. La
pinza está puesta desde lo económico-territorial hasta lo militar, con una
ofensiva transversal que circula en el nivel de los imaginarios, los sentidos
comunes virtualizados y políticas culturales colonizadoras.
Dónde está América
Latina
El siglo XXI ha visto una América Latina y Caribeña rebelde, llena de
movimientos descolonizadores en todos los terrenos y de amplitud diversa. Desde
movimientos por la construcción de una sociedad postcapitalista, enmarcados
dentro de las nociones del mundo en el que caben todos los mundos zapatista
hasta la de la vida en plenitud o buen vivir de los pueblos andino-amazónicos,
y un conjunto de dislocamientos sociales por la autogestión, la participación
directa o la democratización en varios ámbitos, o de movimientos políticos que
desde las instancias de gobierno han colocado algunos dispositivos de freno y
aun de alternativa al sistema de poder como la creación de espacios de
integración con criterios solidarios y no competitivos, la búsqueda de
instancias de solución de controversias con capitales depredadores o nocivos,
la develación de las deudas odiosas u otros similares.
Poblaciones que se
organizan para defender sus costumbres, parafraseando a E. P. Thompson,
aparecen por todos lados corroyendo el orden establecido y el que está en
proceso de establecimiento. La situación parece la de una guerra sin cuartel en
la que los dispositivos de seguridad, a veces precedidos, a veces acompañados
por paramilitares, mercenarios, guardias privadas, es decir, por fuerzas
armadas ilegales o irregulares, con adscripciones confusas pero con grados de
intervención y de impunidad muy elevados, combaten a la población que defiende
sus derechos. Oponerse a la explotación de una mina se ha convertido en causa
de cárcel mientras matar a los oponentes no tiene ninguna consecuencia.
Atentados desestabilizadores como el golpe de estado en Honduras, la
movilización separatista de la media luna en Bolivia, el intento de golpe en
Ecuador y todos los que se han puesto en juego en Venezuela, uno tras otro
desde hace más de diez años, forman parte ya de la mecánica geopolítica
habitual. Se están construyendo procesos de postcapitalismo en un escenario de
guerra y hay que estar preparados. La del siglo XXI es una guerra a la vez
abierta y encubierta, específica e inespecífica y con modalidades
multidimensionales que combinan variantes menos bélicas como los ataques
financieros con otras como las de conmoción y pavor. El escenario
latinoamericano y caribeño no parece ser el adecuado para un ataque como el de
Irak o Afganistán. En este escenario lo que ha operado, además de la
introducción de mercenarios o comandos especiales clandestinos, es una escalada
de posicionamientos físicos que han ido cercando las zonas identificadas como
estratégicas empezando por el canal de Panamá, bien resguardado de inicio por
las posiciones del Plan Colombia a las que ahora se suman muchas otras (mapa 1)
(Ceceña, Yedra y Barrios, 2009); la zona del Gran Caribe (mapa 1) (Ceceña,
Barrios, Yedra e Inclán, 2010) y la región circundante a la triple frontera
entre Paraguay, Brasil y Argentina (mapa 2) (Ceceña y Motto, 2005). (….)
El giro
tecnológico
Una de las importantes ventajas asimétricas con que
cuenta Estados Unidos es tecnológica, tanto en el campo de la producción civil
como, de manera superlativa, en lo militar. Comunicaciones militares, técnicas
de encriptamiento, protocolos, armas, aviones, teledirección, teledetección, armas
químicas y biológicas, tecnología nuclear y todas sus derivaciones e
innovaciones. Con esta base se llevan a cabo la prevención y los trabajos de
inteligencia que evitarían las guerras porque desactivarían o destruirían a los
potenciales enemigos antes de que pudieran convertirse en una amenaza real. Así
también concurren en la aplicación de fuerzas sobredimensionadas en operaciones
de conmoción y pavor y otorgan una ventaja material y logística en cualquier
tipo de incursiones. El elemento más novedoso, aunque no necesariamente el más
decisivo, es el miniavión no tripulado, comúnmente denominado dron. Los drones
han sido utilizados ya desde hace tiempo por Estados Unidos en operaciones
especiales tanto de monitoreo y detección como de ataque. Su ligereza,
imperceptibilidad y relativo bajo costo los convierte en una herramienta con
tendencia a masificarse pero además en un negocio jugoso. Israel es ya
productor y exportador de esta tecnología, Brasil está comprándole el know how
para iniciar su producción localmente y podría pensarse que los drones dejan de
ser un elemento de ventaja por su multiplicación. No obstante, lo importante
son las funciones que pueden cumplir los avioncitos y eso depende de su
contenido. Los equipos de detección tienen posibilidades múltiples. Los equipos
miniaturizados de ataque son exclusivos del Pentágono, por el momento y en la
miniaturización parecen también tener una distancia relevante con el resto de
los escasos productores. Los drones abaratan la guerra y contribuyen a ir
aligerando la huella militar sobre los territorios. Las bases de lanzamiento
que requieren son tamaño micro y eso permitiría hacer más invisible la
situación de guerra generalizada en que inevitablemente ha desembocado el
capitalismo. El equilibrio latinoamericano caribeño y sus derivas
Si bien los escenarios de guerra del Medio Oriente, tan complejos y explosivos, son los que ocupan la atención en los
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