¿La pandemia del
pensamiento único?
9 de mayo de 2020
Por
Darío Aranda
Lavaca
No
negar ni minimizar los peligros del virus. Cumplir con las
recomendaciones para el cuidado de la salud. Rechazar el negacionismo de
Trump y Bolsonaro. Escuchar a médicos y científicos. Pero, ¿quiénes son
«los especialistas»? ¿Hay que obedecer ciegamente a la Organización
Mundial de la Salud? ¿Se trata de una opción binaria «salud o economía»?
¿Es imprescindible y sano el “aislamiento social obligatorio”?
¿Quién y cómo se van a cuantificar las consecuencias sociales en los
sectores populares? ¿Por qué se invisibilizan las causas de las
pandemias? ¿Sirve que los medios cuenten los muertos en tiempo real?
Como en la guerra el miedo se impone, la disidencia se castiga y el
pensamiento único se contagia. Investigadores, epidemiólogos, médicos,
científicos, periodistas, economistas e indígenas se permiten plantear
preguntas, aristas silenciadas y otros caminos posibles en tiempos
pandémicos.¿Economía o vida?
“En Argentina instalaron una falsa opción, como dijo el Presidente: «Si el dilema es la economía o la vida, yo elijo la vida». Pero una cuarentena puede contemplar la salud y la economía al mismo tiempo, en beneficio de ambas. ¿Cómo? Con una cuarentena selectiva de entrada. Limitada a los susceptibles. Porque es un principio básico de la epidemiología exponer a los no-susceptibles y no exponer a los susceptibles”, explicó a inicios de abril con didáctica docente Mario Borini, exprofesor titular de Salud Pública y docente de Epidemiologia en la Facultad de Medicina de la UBA.
Su escrito apunta a los principios básicos de la epidemiología: al comienzo de la epidemia el aislamiento físico podría haber incluido a unos cinco millones de personas (4,5 millones son mayores de 65 años) y el resto, cerca de 40 millones de habitantes, podría haber mantenido sus actividades habituales, familiares, laborales, siempre con una política social para que la población mantenga los cuidados básicos de limpieza de manos, distancia física de metro y medio, barbijos y uso de protección en el personal de salud.
Borini se hace la pregunta retórica de por qué el Gobierno no hizo lo epidemiológicamente obvio. Y él mismo responde: “Porque el sistema de salud está desquiciado. Mientras se prioriza declamativamente la salud, no hay capacidad para atenderla ni prevenirla de otra forma que descargando el gasto y la angustia en la población, cuyas condiciones habitacionales y laborales hacen insufrible la cuarentena y el parate económico”.
Borini explica que hay un conocimiento propio de las “ciencias de las poblaciones”, donde figura la epidemiología, pero también la estadística, la demografía y las ciencias sociales, que hoy no son escuchadas por el gobierno nacional ni por los provinciales. Resalta que se impuso una mirada relacionada a pruebas de laboratorio propias de la infectología-virología-inmunidad, sin tener en cuenta el marco de referencia social que debe existir ante cualquier epidemia. “La mirada impuesta está vinculada a lo que propone la industria de medicamentos (…). Además hay conflictos de intereses, como la OMS financiada por laboratorios comerciales y la Fundación Gates. Y ese conflicto de intereses penetra al ‘comité de expertos’ (del gobierno nacional), con Pedro Cahn de la Fundación Huésped, que es financiada por laboratorios comerciales”, cuestiona Borini.Menciona como contra-ejemplos a la Argentina a cuatro países asiáticos (Hong Kong, Singapur, Corea del Sur y Taiwán), con cuarentenas selectivas, “pese a que los tres últimos superan a Argentina en el número de casos”. Y también señala a Suecia, con trece veces más muertos que Argentina con Covid-19: “Sus autoridades consideran que ‘es tan peligroso salir como quedarse en casa’ y que es indigno imponer a su población una cuarentena total”. Precisa que Costa Rica no hizo cuarentena y tiene la menor tasa de mortalidad de América Latina. “Alemania, con cuarentena parcial, tienen una tasa de ocho fallecimientos por millón de habitantes, que es ocho veces menor a la de Bélgica, con cuarentena total, nacional y obligatoria”, explica.
Plantea que Argentina, con esta política ante la pandemia, no prioriza a la población respecto a la salud y la economía, sino que se prioriza el sistema de salud, “que a la espera de la epidemia no atiende ni siquiera en los consultorios habituales”.
“El sistema de salud no tiene capacidad porque durante siete décadas hubo reducción de camas de internación en relación al crecimiento de la población, retaceo de terapias intensivas y respiradores, obsolescencia tecnológica, caída presupuestaria, desabastecimiento de insumos, no reemplazo de personal (por fallecimiento, jubilación, renuncia), magros salarios (…) Por eso se apeló en Argentina a la cuarentena total, para evitar el bochorno de la desatención masiva”, aseguró Borini.
Sostiene que instalar camas de emergencia en “lugares impropios” como Tecnópolis es una muestra más de la “miseria que supimos conseguir” para el sistema de salud. Y alerta por las consecuencias de la cuarentena obligatoria: “De persistir con esta dicotomía entre salud y economía se profundizarán el empobrecimiento de la población y la extranjerización de la economía, con su grave y evitable efecto boomerang sobre la salud física, mental, social y ambiental, que habría que medir con el mismo ahínco que se pone en contar los casos afectados por el Covid-19”.
¿Contar muertos?
Otra voz disidente es la del virólogo y doctor en farmacología molecular Pablo Goldschmidt que cuestionó que decenas de países paren sus actividades por el Covid-19. Recordó que definir una enfermedad como “pandemia” no quiere decir algo grave sino un mal que sucede en muchos países. “El Covid-19 es muy contagioso, sí, como el resfrío, que es como muere la gente en los geriátricos. Antes no los contaban, ahora sí. Hubo más de medio millón de casos de neumonía en el mundo el año pasado. Hay un millón de personas que se pueden agarrar meningitis en África, y se transmite por la saliva, y los aviones van y vienen. Y a nadie le importa nada. A mí, cuando algo hace mucho ruido como con el corona… Se está teatralizando mucho. Desde el primer día dije que las cuentas no daban, como cuando apareció la gripe H1N1”, destacó.
Goldschmidt es autor del libro La gente y los microbios, donde analiza el rol de las bacterias, virus, hongos, protozoos y priones, “seres invisibles” que afectan gravemente la salud, pero también son vitales para la existencia del pan, quesos, bebidas fermentadas y medicamentos. Cuestiona a la universidad británica Imperial College de Londres, fuente inicial de datos epidemiológicos de donde la Organización Mundial de la Salud (OMS) basó sus proyecciones de posibles muertes: 2,2 millones en Estados Unidos y 500.000 en el Reino Unido.
El portal de noticias Infobae es el más leído de Argentina. En su encabezado contabiliza en tiempo real los contagiados, fallecidos y recuperados, en el mundo y en Argentina. Para el país contabilizan 241 muertos. Los diarios destacan mapas online para ubicar las provincias y ciudades con más afectados. Los canales de noticias informan con un “urgente” o “último momento” cada nuevo fallecimiento.
Desde el primer fallecimiento, el 7 de marzo, Argentina contabiliza un promedio de 4 muertes por día. Muy lejos de las 31.916 muertes por neumonía e influenza del 2018, según el informe oficial “Estadísticas vitales”, del Ministerio de Salud de la Nación, un promedio de 88 fallecimientos por día.
Al momento de escribir este artículo se contabilizan 244.229 fallecidos en el mundo por coronavirus. Mario Borini, médico de la UBA, recordó que en el mundo hay anualmente entre 400.000 y 600.000 muertos por gripe común (y está subdiagnosticada). Según la propia Organización Mundial de la Salud, cada año mueren 6,5 millones de personas por la contaminación del aire. «Sólo una de cada diez personas respira un aire que está en los límites establecidos por la OMS. Los otros nueve respiran aire que es nocivo para su salud», afirmó en conferencia de prensa María Neira, directora del departamento de Medioambiente y Salud del organismo.
Ningún portal de noticias, ningún canal de televisión, ningún funcionario contabiliza en tiempo real esos fallecimientos.
Abordar la contaminación del aire implica poner en cuestionamiento el modelo económico contaminante, que es la base del capitalismo.
Desocupación y pobreza
La Comisión Económica para América Latina y el Caribe
(Cepal) emitió un informe sobre el futuro de la región luego de la
pandemia: “Sus efectos generarán la recesión más grande que ha sufrido
la región desde 1914 y 1930. El PBI caerá más de 5 por ciento en 2020.
Se prevé un fuerte aumento del desempleo”.
La Organización Internacional del Trabajo (OIT) publicó el 29 de abril su reporte titulado “El Covid-19 y el mundo del trabajo” en el que advirtió que “casi la mitad de la población mundial podría llegar a perder los medios de vida”. Afirmó que el efecto pandemia y la suspensión de actividades tendrán un “efecto devastador”.
“Casi 1.600 millones de trabajadores de la economía
informal, esto es, casi la mitad de la población activa mundial, corre
peligro inminente de ver desaparecer sus fuentes de sustento”, advirtió
la OIT. Y prevé la pérdida de 305 millones de empleos a tiempo completo.
Julio Gambina, economista de la Fundación de
Investigaciones Sociales y Políticas (Fisyp), explicó que Argentina
terminará este año con una pobreza de entre 40 y 42 por ciento, con un
desempleo de hasta el 12 por ciento y con irregularidades del empleo en
torno al 40 por ciento. También alertó sobre la fuerte presión que habrá
para mayor flexibilización laboral y reforma previsional.
Gambina se caracteriza por sus opiniones económicas y sociales que privilegian a los sectores populares; quizá por eso no suele ser consultado en los grandes medios de comunicación y sí en los medios alternativos, comunitarios, cooperativos. Es un referente crítico al neoliberalismo y a los organismos financieros internacionales.“El debate entre salud y economía es falso, mezquino y miserable, que escamotea la discusión del qué hacer en la coyuntura y más allá en el tiempo para superar los problemas del presente”, afirmó Gambina. Y llamó a discutir el modelo productivo y de desarrollo, el sistema financiero y la inserción internacional del país. “La situación de emergencia habilita esta discusión, evitada por años de oscurantismo y hegemonía desbordante de ideología y política neoliberal”, destacó.
Salud y ambiente
El Programa de las Naciones Unidas para el Medio
Ambiente (Pnuma) alertó en 2016 sobre el aumento mundial de las
epidemias zoonóticas. Señaló que 75 por ciento de todas las enfermedades
infecciosas emergentes en humanos son de origen animal y que dichas
afecciones están estrechamente relacionadas con la salud de los
ecosistemas
(Fuente).
El Instituto de Salud
Socioambiental (Inssa) funciona en el marco de la Facultad de Ciencias
Médicas de la Universidad de Rosario. Se trata de un grupo de docentes y
graduados que realizan desde hace nueve años una práctica educativa
inédita llamada “campamento sanitario”, en el marco de la materia Ciclo
Práctica Final, que consiste en instalarse durante una semana en una
ciudad y, censo mediante, conocer y sistematizar los problemas de salud
de la población. Ya llevan realizados 40 campamentos y detectaron
incremento de abortos espontáneos, malformaciones congénitas,
enfermedades oncológicas y aumento de los casos de mujeres que no pueden
completar sus embarazos a término. Perfiles epidemiológicos vinculados
al modelo agropecuario con uso masivo de agrotóxicos.
Ante
el coronavirus, emitieron un comunicado de análisis: “Las graves
consecuencias de esta pandemia, desnudan la fragmentación,
desfinanciación y vaciamiento que ha sufrido el sistema público de salud
producto de las políticas neoliberales y la consecuente mercantilización
de la salud”. Apoyaron la decisión de medidas que ponen el foco en la
urgencia, pero remarcaron que solo “son acciones encaminadas a gestionar
la enfermedad”, sin abordar políticas de fondo para un sistema de salud
que permita enfrentar pandemias.
El Inssa afirma que la crisis producida por la Covid-19 no representa
un hecho aislado o fortuito, sino que emerge de condiciones que el mismo
ser humano generó, por sus acciones u omisiones, ante la falta de un
pensamiento crítico, previsor y solidario y se suma a
varias zoonosis precedentes: SARS-CoV (2002), gripe aviar (2005), gripe
A-H1N1 (2009), el MERS-CoV (2012) y el ébola (2014), “pudiendo todas
ellas ser consideradas como enfermedades prevalentemente
antropogénicas”.
Afirma que es necesario buscar las causas de las
pandemias en el modelo extractivo (agronegocio, minería, explotación
petrolera), que provocó un deterioro progresivo en la salud de las
comunidades y redujo la capacidad de la respuesta inmunológica humana
ante diferentes agresiones. “Los modos de producción explotan nuestros
territorios, con la consecuente contaminación del agua, aire y suelo con agrotóxicos, microplásticos, metales pesados y gases tóxicos, imponen la
deforestación con corrimiento de la frontera agrícola, la explotación
animal en condiciones deplorables, constituyen un medio de cultivo ideal
para la génesis de mutaciones virales (…) Si no nos reconocemos como
parte de un todo viviente, dinámico y naturalmente cíclico, será
complejo salir fortalecides de esta crisis”, advierten los
investigadores y docentes del Instituto de Salud Socioambiental.
Se ha publicado mucho sobre la relación pandemias y
ambiente. Matías Mastrangelo y Guillermina Ruiz
escribieron un artículo que condensa las acciones humanas que
repercuten en la salud de millones de personas. Titulado “Cinco formas
en las que transformando el ambiente creamos una pandemia”, aborda el
tráfico de fauna, la destrucción de ecosistemas naturales, la extinción
de especies silvestres, y el cambio climático global y
urbanización-globalización. Explican los cinco ejes de forma detallada y
concluyen: “Nuestras formas de producir y consumir son grandes
responsables de la pandemia, por sus impactos sobre la salud del
ambiente, de la cual depende la salud humana. Es necesario gestionar
mejor a la salud ambiental y humana, como una sola salud, la salud
planetaria”.
OMS y empresas
“Lo recomienda la Organización Mundial de la Salud
(OMS)”. “La OMS determinó que…”. “Hay que seguir los lineamientos de la
OMS”.
Funcionarios, políticos de distintos colores,
periodistas de pelaje variopinto y, claro, mucho panelista
televisivo/radial hace propios los dichos de la Organización Mundial de
la Salud para justificar la cuarentena, seguir ciertas
“recomendaciones”, hacer o no hacer determinada acción. Incluso
gobiernos (desde municipales a nacionales) establecen políticas de
“cuidado” según lo diga el organismo internacional.
“LA OMS gestiona la pandemia financiada por
farmacéuticas y multimillonarios”,
escribió Miguel Jara, periodista español especializado en temas de
salud, alimentación y ecología. Recordó, en base a información de la
propia OMS, que el mayor financiamiento del organismo internacional
proviene de la Fundación Bill & Melinda Gates (dueños de Microsoft) y de
las grandes empresas farmacéuticas.
La Fundación Gates aportó en un año 185 millones de
dólares, precisa Jara. Lo que significa 95 veces más que España. Le
siguieron en aportes las multinacionales GlaxoSmithKline -GSK- (7,7
millones de dólares), Novartis (6,9 millones), Sanofi Pasteur (6,1
millones) y Merck (2,4 millones). Jara remarca que se trata de las
principales compañías fabricantes de vacunas.
“Es sabido que en el actual modelo económico quien paga
es el que manda”, sentencia.
Recuerda el antecedente de 2009, ante la gripe A, “nos
decían que mataría a más de 100 millones de personas”, los laboratorios
recibieron un trato preferencial para obtener la vacuna: desde apoyos
económicos de gobiernos hasta evasión de protocolos de control (en la
etapa de experimentación). Destaca que la británica GlaxoSmithKline (GSK)
obtuvo la vacuna llamada “pandemrix”.
“La vacuna provocó una multitud de cuadros de
narcolepsia, una enfermedad del sistema nervioso”, cuestionó Jara y
afirmó que ante el Covid-19 se están haciendo las cosas mal.
“Nuestra salud no puede dejarse en
manos de organismos mundiales que gestionan pandemias subvencionados por
los fabricantes de los principales remedios para esas pandemias”,
resumió.
La Red por una América Latina Libre de Transgénicos
(Rallt) difundió el 8 de abril
un artículo de Sharon Lernet titulado “las grandes farmacéuticas se
preparan para lucrar del coronavirus”.
Quien a su vez cita a Gerald Posner, autora del libro
Farmacéuticas: avaricia, mentiras y
envenenamiento de América.
“Las compañías farmacéuticas ven a Covid-19 como una oportunidad de negocio única en la vida (…) La crisis global será potencialmente un éxito de taquilla para la industria en términos de ventas y ganancias. Cuanto peor es la pandemia, mayores son sus ganancias”, resumió Posner.
La investigadora detalla cómo las compañías logran
millonarios financiamientos estatales y luego fijan precios exorbitantes
para sus medicamentos. Precisa que, solo en 2019, la industria
farmacéutica gastó en Estados Unidos 295 millones de dólares en
“cabildeo”, eufemismo de lobby, manejo de influencias. La cifra es más
del doble de lo que invierten las petroleras. “La industria farmacéutica
es también muy generosa en sus contribuciones de campaña a legisladores,
tanto demócratas como republicanos”, describe Posner.
El martes 21 de abril el presidente Alberto Fernández
recibió en la residencia de Olivos a las grandes compañías
farmacéuticas, nucleadas en la Cámara Argentina de Especialidades
Medicinales (Caeme). “Los directivos de los laboratorios se
comprometieron a mantener las fuentes laborales y manifestaron su
‘compromiso con las políticas del Estado nacional’ para contener la
pandemia del Covid-19”, señala la noticia del diario
Página12. También remarca
que las empresas realizarán una donación de 14 millones de pesos para la
construcción de dos hospitales.
Entre las empresas que se reunieron con el Presidente
estuvieron las multinacionales GSK, Pfizer, BMS, AbbVie y MSD. “Durante
el encuentro se destacó la importancia de potenciar todas las
actividades referidas a la investigación y desarrollo en la ciencia y en
la industria farmacéutica, en particular en tiempos extraordinarios como
los actuales, y en general como una manera de mejorar la calidad de vida
de la población”, señala el artículo del diario.
Ciencia todopoderosa
“Los especialistas determinaron que…”. “Los científicos
recomendaron…”. “Las políticas que deben seguirse, según el comité de
expertos, son…”.
La
casta política, y mediática, repite al unísono que se deben seguir
acciones determinadas por un grupo muy reducido de especialistas en
determinadas materias, casi siempre con una mirada biologicista por
sobre lo social.
“La pandemia nos ha permitido ver en acción, con plenos
poderes, a una nueva forma de autoridad mundial. Una autoridad fundada
en razones científico-técnicas, no políticas, que imparte sus órdenes
mediante protocolos de actuación y no mediante leyes o normas.
Puede ser difícil saber qué voluntades inspiran a los protocolos de la
OMS, pero algo es seguro: no es la voluntad democrática de los pueblos,
que no han sido consultados, ni siquiera a través de sus parlamentos.
No obstante, la mezcla de miedo, respeto a la autoridad científica, y la
prédica constante de los medios de comunicación, legitiman y convierten
a esos protocolos y recomendaciones médicas en mandamientos sagrados”,
alertó el periodista uruguayo Hoenir
Sarthou.
Su crítica apunta también a las consecuencias sociales
del parate mundial. Su planteo, a diferencia de Donald Trump o Jair
Bolsonaro, es por izquierda y preocupado por los sectores populares:
“¿Cuántos niños y adultos, además de los que mueren cada año, morirán de
hambre este año y el que viene a consecuencia de este inédito mandato de
detención “sanitaria” del mundo? ¿Alguien habrá hecho el cálculo? ¿Habrá
comparado esos números con los de potenciales muertes por el virus?”.
Alicia Massarini es doctora en ciencias biológicas,
investigadora del Conicet y crítica del rol de la ciencia hegemónica,
representada en Argentina por, entre otros, Lino Barañao y Rodolfo
Salvarezza (ex y actual ministro de Ciencia). Cuestiona el rol de la
ciencia como una voz de “autoridad” y llama a debatir la representación
social, el imaginario, que recae sobre la ciencia como portadora de la
verdad. “La ciencia es un pilar del sistema capitalista”, resume.
Aclara que, ante la pandemia, no hay una sola opinión
científica. No hay un consenso. Y lamenta que en Argentina se esté dando
un enfoque “reduccionista” del rol del saber científico frente al virus.
“La idea de que los gobiernos sean asesorados por llamados
‘especialistas’ le imprime una enorme pobreza al análisis. Porque en
general se trata de epidemiólogos, médicos y virólogos. Se dejan fuera
otras especialidades muy necesarias y pertinentes, como sociólogos,
geógrafos y psicólogos. Una serie de especialidades
que aportarán
dimensiones indispensables ante este problema”, propone.
Massarini, que es parte de la Unión de Científicos
Comprometidos con la Sociedad y la Naturaleza de América Latina (Uccsnal),
afirmó que hay falta de “transparencia” en las decisiones políticas
basadas en supuestos argumentos científico-técnicos. Llamó a la
necesidad de “abrir un debate político”, donde la ciencia sea una
opinión más, interdisciplinaria pero sin ser la verdad que defina lo que
necesita o qué debe hacer la población.
“Estamos en un
escenario que se requiere una democratización del conocimiento
científico, dando cuenta de las limitaciones, teniendo en cuenta los
contextos, que promueva nuevos conocimientos, junto a los actores
sociales que forman parte del problema a abordar.
No nos
podemos quedar solo con el saber científico; hay otros saberes que tener
presentes, hay que tener criterios éticos y todo debe ser parte de un
debate político amplio”, propuso.
Sobre las causas de la pandemia, no tiene dudas: “Es el
avance del neoliberalismo, la mercantilización de la vida, la
destrucción de ecosistemas. Las causas profundas están siendo
invisibilizadas cuando se habla de un murciélago de China o un ‘virus
invisible’”. Ante todo, llamó a “no caer en el pensamiento único, no a
la malvinización del problema”.
Mario Quinteros es un dirigente del Pueblo Diaguita de
Tucumán.
Escribió una carta abierta que difundió por redes sociales: “La
crisis que estamos viviendo está lejos de ser solamente una crisis
sanitaria (…) Es una crisis sistémica de la globalización”.
Señala que el futuro implica necesariamente cambiar las
normas para no repetir los males producto de “la expansión de la
economía que fuerza a una homogeneización, degradando el equilibrio en
nuestras sociedades, impactando en ella y en nuestros cuerpos”.
“Esta crisis mundial debe llevarnos a pensar otros mundos
posibles, donde se busque restablecer el equilibrio que enuncia el Sumak
Kawsay (el “buen vivir” de los pueblos indígenas, piedra basal de su
cosmovisión ancestral, propuesta política, cultural y social)”, propone.
Los pueblos indígenas plantean desde hace años el agotamiento del actual sistema de producción-consumo, exigen el respeto al territorio, que repercutirá en beneficio de la salud de la población. Quinteros llamó a la “construcción de otra normalidad, plural y diversa, que convoque a las sociedades del mundo a recuperar el equilibrio perdido detrás de la homogeneización, el derroche y la expropiación que provoca el extractivismo”.
Artículo
publicado el 7 de mayo de 2020 en la Cooperativa
La Vaca
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